Pesadilla en Elm Street: El origen (2010)

“Pesadilla en Elm Street: El origen” es un ejercicio interesante, aunque no completamente satisfactorio, de reintento de una franquicia venerable. La película se propone ser la historia de los orígenes de Freddy Krueger, el icónico asesino de pesadillas, y aunque logra establecer una atmósfera perturbadora y un sentido de urgencia, al final queda como un intento demasiado apegado a fórmulas probadas en lugar de ofrecer una visión fresca y original. El director Samuel Bayer se vale de la estética oscura y claustrofóbica, característica del género, y consigue crear momentos visuales impactantes, especialmente en las escenas nocturnas donde la pesadilla se filtra en la realidad de los adolescentes.

El guion, escrito principalmente por Jeffrey Stepakoff, se basa en un concepto prometedor: un grupo de jóvenes de un suburbio aparentemente normal se encuentra sumido en una noche de terror cuando descubren la existencia de Freddy. La premisa inicial – el misterio en torno a la identidad de Freddy y su conexión con las muertes anteriores – es intrigante y mantiene a la audiencia enganchada. Sin embargo, la ejecución no siempre cumple con las expectativas. La trama se complica innecesariamente con elementos sobrenaturales y teorías conspirativas que, en mi opinión, diluyen el impacto del horror psicológico que debería ser la columna vertebral de la película. El ritmo es desigual, con momentos de tensión sostenida alternados con escenas que se arrastran sin aportar demasiado valor narrativo.

Las actuaciones son generalmente sólidas, especialmente la de Kelly Reichardt como Kristen, la joven que se convierte en la encargada de alertar a sus amigos. Logra transmitir la vulnerabilidad y el miedo de una adolescente atrapada en una situación desesperada. Wes Barker, en el papel de Randy, también ofrece un desempeño convincente, aportando una dosis de sarcasmo y rebeldía que contrasta con el terror que los rodea. No obstante, algunas de las interpretaciones son algo exageradas, especialmente las de los personajes secundarios, lo que resta credibilidad a la situación. El propio Freddy Krueger, interpretado por Robert Englund, está presente pero su rendimiento se siente, en parte, como un tributo a su legado más que una exploración de su personaje.

La dirección de Bayer, aunque visualmente atractiva, carece de la audacia y la sutileza que hicieron de “Pesadilla en Elm Street” original. Se busca un terror más visceral, más explícito, pero a menudo a costa de la atmósfera inquietante y la profundidad psicológica que caracterizaban la película original. La película no se atreve a desafiar al espectador; en cambio, se limita a mostrarle el horror de una forma más convencional. A pesar de ello, la banda sonora de Stuart Staples contribuye significativamente a la tensión y al ambiente general de la película, ofreciendo momentos inquietantes y memorables.

En conclusión, “Pesadilla en Elm Street: El origen” es un intento interesante, pero frustrante, de revitalizar una franquicia icónica. No logra alcanzar la grandeza de la original, pero ofrece un entretenimiento decente para los fans del género y una puerta de entrada para los nuevos espectadores. No obstante, el guion superficial, la dirección poco arriesgada y las actuaciones desiguales limitan su potencial.

Nota: 6/10