“Piku” de Fahim Zafar es una película que se siente como una prolongada, e intensamente emotiva, conversación con un ser querido. No se trata de una narrativa llena de acción o de giros inesperados, sino de un retrato intimista y desgarrador sobre la relación entre un hijo, Piku, y su padre, que se enfrenta a un diagnóstico de enfermedad progresiva. La película no busca escalar a un drama épico, sino ahondar en la cotidianidad de los cuidados, en la carga emocional y el silencio que a veces acompañan a la enfermedad, y en la dificultad de encontrar tiempo para uno mismo cuando el corazón se siente siempre responsable de otra persona.
La dirección de Zafar es notablemente sutil. Evita las melodramas explícitas y confía en la fuerza de las actuaciones y en la atmósfera que se construye alrededor de cada escena. La película se mueve con una lentitud deliberada, permitiendo que las miradas, los gestos y los silencios hablen por sí solos. Hay un respeto profundo hacia los personajes y por eso, nunca se nos presiona a observar las emociones desde una perspectiva externa. El ritmo pausado puede resultar tedioso para algunos espectadores acostumbrados a la narración más dinámica, pero para mí fue esencial para que la película transmitiera la verdadera profundidad de la experiencia que retrata. La paleta visual es minimalista, favoreciendo los colores apagados y los espacios interiores que reflejan la introspección de los personajes.
La actuación de Arnab Chatterjee como Piku es, sin duda, el corazón de la película. Su interpretación es magistral, mostrando la carga emocional que lleva sobre sus hombros con una amargura contenida y una ternura innegable. No es un hombre que se queja, ni que se lamenta abiertamente, sino que su dolor se manifiesta en pequeños detalles, en las líneas de su rostro y en la manera en que se relaciona con su padre. La química entre Chatterjee y Soumitra Chatterjee (interpretando al padre) es excepcional; su relación, a pesar de sus tensiones, está llena de un amor incondicional que trasciende las palabras. El trabajo de Soumitra, en particular, es una actuación emotiva y sutil, entregando la fragilidad y la dignidad de un hombre que se enfrenta a su final con una serenidad sorprendentemente fuerte. Las actuaciones de los secundarios también son sólidas, aportando riqueza y autenticidad a la dinámica familiar.
El guion, escrito por Fahim Zafar, es la verdadera joya de la película. Se centra en la comunicación no verbal, en el dolor compartido y en la importancia de los pequeños gestos de afecto. Evita las concesiones sentimentales y se enfoca en los detalles que hacen que la vida cotidiana de una familia esté marcada por la enfermedad. La película no ofrece respuestas fáciles ni soluciones mágicas, sino que nos invita a reflexionar sobre la naturaleza del amor, la responsabilidad y el sentido de la vida. Si bien la película no es un espectáculo visualmente llamativo, sí que se sostiene gracias a la fuerza de su mensaje y a la honestidad con la que aborda un tema delicado y universal. Es una película que te quedará en la mente mucho después de que los créditos finales hayan terminado de rodar.
Nota: 8/10
