Pink Flamingos (1972)

“Pink Flamingos” (1972) de John Waters es, sin duda, una experiencia cinematográfica que exige una preparación mental considerable. No es un filme para los débiles de corazón, ni para aquellos que buscan una narrativa convencional. Es un manifiesto visual y conceptual de la anarquía, una declaración de guerra al conservadurismo estadounidense y, sobre todo, una pieza fundamental del cine de género underground. La película no pretende entretener, sino provocar, cuestionar y, quizás, incomodar. Y en ese sentido, cumple su propósito con una vehemencia casi militante.

La dirección de Waters es, en esencia, caótica pero controlada. Él se entrega por completo al absurdo, filmando una sucesión de escenas grotescas y perturbadoras que, paradójicamente, se entrelazan con momentos de una macabra belleza. No se trata de mostrar la depravación por su propia cuenta, sino de diseccionarla, de exponer su lógica interna, que a menudo es más lógica que la propia moralidad. Los planos son largos, casi contemplativos, permitiendo al espectador absorber la atmósfera de decadencia y perversión que impregna la película. La coreografía, aunque extraña y a veces desconcertante, contribuye a crear un universo propio, una especie de carnaval del horror.

Las actuaciones son, cuanto menos, memorables. Divine, en el papel de Babs Johnson, es simplemente icónica. Su transformación física, su maquillaje, su actitud desafiante y su capacidad para transmitir un aura de maldad infantil son imprescindibles para la película. La interpretación de su madre, dirigida por Linda Blair, es igualmente sorprendente, un retrato de una mujer marcada por la pobreza y la locura. Aunque los otros personajes son, en gran medida, caricaturas, cada uno contribuye a la atmósfera general de surrealismo. La interpretación de Harry Hood, por parte de Truman Capote (sí, el mismo Truman Capote), aunque breve, es especialmente impactante, añadiendo una capa de ironía y desconcierto a la narrativa.

El guion de Waters es deliberadamente escatológico y provocador. Se apoya en la confrontación entre Babs Johnson y los Marble, un matrimonio que se presenta como el epítome de la maldad. Sin embargo, la película va más allá de esta simple confrontación, explorando temas como la clase social, la sexualidad, el abuso y la marginalidad. La película no ofrece respuestas, sino que plantea preguntas, invitando al espectador a reflexionar sobre los límites de la moral y el significado de la depravación. Es importante destacar que el enfoque en el espectáculo, aunque a veces excesivo, sirve como un vehículo para abordar estas cuestiones con una honestidad brutal.

En definitiva, "Pink Flamingos" es una experiencia cinematográfica única y desafiante. Es un filme que no se olvida fácilmente, que se queda grabado en la memoria del espectador por su audacia, su originalidad y su capacidad para generar una respuesta visceral. No es una película para todos los gustos, pero para aquellos que están dispuestos a abrir su mente y su imaginación, ofrece una visión fascinante y perturbadora del mundo.

Nota: 8/10