Pinocho (1940)

Guillermo del Toro no solo ha rescatado una historia de hadas clásica, sino que la ha transformado en una experiencia cinematográfica profundamente emotiva y visualmente deslumbrante con ‘Pinocho’. Esta película no es simplemente un cuento infantil reimaginado; es una meditación sobre la paternidad, la pérdida, la responsabilidad y el verdadero significado de ser humano. Del Toro se aleja deliberadamente del enfoque tonto y caricaturesco que ha definido a menudo las adaptaciones animadas de Disney, optando por un tono sombrío y melancólico que le otorga una riqueza emocional innegable.

La dirección de Del Toro es magistral. El uso del stop-motion, en lugar del CGI convencional, le da a la película una textura tangible e inusitada. Los movimientos de Pinocho, cada detalle de su madera y sus expresiones faciales, son increíblemente realistas y evocadores. La puesta en escena es ricamente detallada, creando un mundo de fantasía medieval con un toque gótico que recuerda a las películas de arte de animación de la época dorada de Disney, pero con una atmósfera mucho más densa y opresiva. El contraste entre la brillante y alegre Villa Encanto, donde Pinocho vive, y el oscuro y peligroso Bosque de los Secretos, es fundamental para la construcción del conflicto y del mensaje central de la película.

La actuación de Ewan McGregor como Geppetto es, sin duda, uno de los puntos fuertes de la película. McGregor logra transmitir la desesperación, el amor paternal y la esperanza del personaje con una sutileza y una vulnerabilidad que te llegan al corazón. Sebastián Llibre como Pinocho, por otro lado, consigue capturar la inocencia, la torpeza, la ingenuidad y, eventualmente, la creciente consciencia del personaje. Su evolución, desde un muñeco torpe e impulsivo hasta un niño reflexivo y responsable, es la columna vertebral de la narrativa. La voz de Léa Sepúlveda como la Hada Azul, fría y distante, aporta la necesaria dosis de misterio y solemnidad a la historia.

El guion, adaptado de la obra de Carlo Collodi, es sorprendentemente complejo. Del Toro no simplifica las lecciones morales del cuento original. El personaje de Pinocho, a pesar de su naturaleza de madera, es inherentemente imperfecto. Sus errores, su testarudez, su propensión a la mentira, son centrales a su desarrollo. El mensaje sobre la importancia de la responsabilidad y la conexión familiar, en lugar de ser pregonado, se transmite sutilmente a través de las acciones y las decisiones del personaje. La exploración de temas como el rechazo, la soledad y la búsqueda de identidad resuenan con fuerza, especialmente en un contexto cultural que a menudo enfatiza la conformidad y la presión social.

En definitiva, 'Pinocho' de Guillermo del Toro no es solo un disfrute visual, es una película que te hace reflexionar sobre la naturaleza de la familia, el valor de la honestidad y el precio de la libertad. Es una obra de arte que merece ser vista y analizada, una película que permanecerá en la memoria del espectador mucho después de que se apaguen las luces del cine.

Nota: 9/10