Pixie (2020)

“Pixie” no es una película que te impacta desde el primer minuto con una explosión visual o una banda sonora grandilocuente. Es un filme que se construye con paciencia, una meticulosa observación del ambiente y una fuerte dosis de crudeza, y es precisamente esa lentitud la que, al final, la convierte en una experiencia cinematográfica particularmente memorable. La película, dirigida con maestría por Terry Gilliam, no busca complacer a todo el mundo; se atreve a ser incómoda, a mostrar la dura realidad de las mujeres en un entorno dominado por hombres, y a desafiar las expectativas del espectador.

La trama, centrada en Pixie (Georgina Campbell), una joven con una cicatriz visible y un pasado turbulento, es, en esencia, un plan de atraco. Sin embargo, la ejecución del plan es secundaria a la exploración del personaje y del contexto social irlandés. Gilliam construye un mundo visceral y auténtico, basado en la leyenda de una banda criminal y en la historia real de una mujer, Maggie Gillane, que lideró un grupo de bandidos en la Irlanda de los años 60. Esta adaptación es brillante: la película no es un simple relato de crímenes, sino una alegoría sobre la libertad, la opresión y la búsqueda de un lugar en el mundo.

Georgina Campbell ofrece una actuación sobresaliente. Su Pixie es una mezcla de vulnerabilidad y determinación, un personaje complejo que se define más por sus silencios y sus miradas que por sus diálogos. La actriz transmite con gran solidez la lucha interna del personaje, la herida que la persigue y su anhelo de venganza. El resto del reparto, especialmente Colin Farrell en el papel del sargento O’Donovan, contribuye a crear un ambiente creíble y a enriquecer el desarrollo de la historia. Farrell, en particular, ofrece una interpretación sutil y matizada que revela la complejidad de un hombre atrapado en un sistema corrupto.

La dirección de Gilliam es, como siempre, distintiva. Su estilo visual, caracterizado por la atención al detalle, los escenarios elaborados y una estética que recuerda a los dibujos animados, se integra perfectamente con la atmósfera oscura y melancólica de la película. La fotografía, de Michael Chapman, es oscura y contrastada, y la banda sonora, compuesta por Clint Mansell, es inquietante y evocadora. Sin embargo, quizás el aspecto más importante de la dirección es la capacidad de Gilliam para crear tensión y suspense, incluso en las escenas más pausadas. La película se construye con una lentitud deliberada que prepara al espectador para los momentos de violencia y caos que se avecinan.

A pesar de su ritmo pausado y su cierto tono sombrío, “Pixie” es una película gratificante que invita a la reflexión. Es una película que te queda en la mente mucho después de que los créditos finales hayan terminado de rodar. Es una obra que celebra la fuerza y la resiliencia de las mujeres, y que denuncia la violencia machista y la corrupción. No es una película fácil, pero es una película que vale la pena ver.

Nota: 8/10