Play the Game (2009)

“Play the Game” no es una obra maestra, ni siquiera un entretenimiento particularmente brillante, pero sí se erige como una curiosa y, a su manera, inquietante exploración de las dinámicas familiares y las expectativas sociales que moldean nuestras vidas. La película, dirigida con una cierta frialdad por Ben Douglas, se centra en David, un joven que, obsesionado con ganar el corazón de Julie, la mujer de su abuelo, decide implementar una estrategia meticulosa de seducción. La premisa, aunque simple, se vuelve inherentemente compleja al desvelar las consecuencias inesperadas de esta búsqueda de la conquista.

Douglas se distancia deliberadamente de la sentimentalidad tradicional, optando por un tono casi documental en gran parte del metraje. La dirección se centra en la observación, capturando con precisión el nerviosismo de David, el desconcierto de su abuelo y la vacilación de Julie. Existe una atmósfera palpable de tensión, incluso en las escenas que aparentan ser cotidianas. El uso de la cámara y la edición contribuyen a este efecto, ralentizando el ritmo en momentos cruciales y acelerándolo en los menos relevantes. A pesar de que la estética visual no es particularmente llamativa, la dirección es efectiva para generar una sensación de inmediatez y fragilidad emocional.

El núcleo de la película reside en las interpretaciones de sus dos protagonistas. Paul Gaueri, como David, ofrece una actuación contenida pero convincente, transmitiendo la frustración y la desesperación de un joven atrapado en una trampa de sus propias ambiciones. El peso de la juventud y la inexperiencia es evidente en cada movimiento, en cada mirada. Sin embargo, es John Cleese, como el abuelo, quien realmente destaca. Su interpretación es magistral: un hombre anciano, aparentemente apático y reservado, que lentamente desentierra un pasado lleno de experiencias y emociones que lo han moldeado. Cleese consigue un equilibrio perfecto entre la exasperación, el cariño y la sabiduría, convirtiéndose en el corazón y el alma de la película.

El guion, coescrito por Ben Douglas y Scott Magirian, no pretende ser particularmente innovador en términos narrativos. El conflicto central es predecible, pero la película se salva gracias a su profundidad psicológica y a su exploración sutil de temas como la culpa, la responsabilidad y la importancia de las relaciones familiares. Se exploran las consecuencias de las acciones impulsivas y la necesidad de comprender la perspectiva del otro. La película no ofrece respuestas fáciles, sino que invita a la reflexión sobre la naturaleza del amor y el precio de la ambición. En ocasiones, el guion se vuelve un tanto lento, pero la calidad de las actuaciones y la atmósfera general compensan estas breves pausas.

En definitiva, "Play the Game" es una película que no busca ser grandilocuente, sino que se centra en la sutil belleza de los detalles y en la complejidad de las relaciones humanas. Es una pequeña joya de melodrama moderno, una historia que te deja con la sensación de que el juego de la vida, con sus reglas implícitas y sus consecuencias imprevistas, siempre está en curso.

Nota: 6.5/10