Pollo con ciruelas (2011)

“Pollo con ciruelas” (Chicken With Lemon Sauce) es, en su esencia, una película de melancolía y arrepentimiento profundamente arraigados. Dirigida con una sensibilidad palpable por Rima Marghani, se presenta como un relato íntimo sobre la pérdida, la autodestrucción y la complejidad del amor, con un enfoque particular en las consecuencias de las decisiones pasadas. La película no intenta ofrecer un drama grandilocuente; en cambio, se concentra en los detalles más pequeños y sutiles de la vida de Nasser Ali Khan, un virtuoso del violín cuyo dolor es tan visible en su rostro como en el sonido apagado de sus instrumentos.

La dirección de Marghani es magistralmente contemplativa. Se permite, y con acertado efecto, el ritmo pausado, casi glacial, que refleja la desilusión de su protagonista. Evita la sobreexposición y permite que la lente de la cámara explore los rincones oscuros del alma de Nasser, capturando la atmósfera de un Afganistán devastado por la guerra, no solo en términos físicos sino también emocionales. La película se beneficia enormemente de la fotografía, que utiliza la luz y la sombra para crear una palpable sensación de opresión y desolación. Los paisajes desolados, contrastados con la belleza, a veces melancólica, de las antiguas construcciones, se convierten en un reflejo del estado interno del personaje.

La actuación de Mohsen Fardin Javadi como Nasser Ali Khan es absolutamente conmovedora. Javadi logra transmitir la grieta interna de un hombre que ha perdido todo lo que amaba – no solo su instrumento, sino también su mujer y su razón para vivir. Su mirada, llena de dolor y resignación, es la que dicta gran parte de la narrativa. La química entre él y el resto del elenco, principalmente a través de los rostros y las miradas, es notablemente fuerte. Los demás personajes, aunque con menos tiempo en pantalla, aportan dimensiones importantes al conflicto y a la comprensión del pasado de Nasser.

El guion, a pesar de su aparente simplicidad, se revela con el tiempo como una pieza compleja y llena de matices. No se escapan de la tragedia, pero tampoco se reduce a ella. La película explora con inteligencia las causas subyacentes de la desesperación de Nasser, que se encuentran más en las decisiones que tomó a lo largo de su vida, en el peso del orgullo y las expectativas sociales, que en el mero acto de romper su violín. La película se atreve a sugerir, más que a declarar, y en ese juego de insinuaciones reside gran parte de su poder. La trama, aunque lenta, está muy bien construida y requiere una observación atenta por parte del espectador para comprender plenamente la profundidad de los sentimientos que se revelan.

En definitiva, “Pollo con ciruelas” es una película que deja una impresión duradera. No es una película fácil de ver, ya que exige paciencia y una disposición a conectar con la tristeza y la vulnerabilidad de su protagonista. Sin embargo, si se permite a la película respirar y a que sus detalles, por pequeños que sean, hablen por sí mismos, se convierte en una experiencia cinematográfica intensa y profundamente conmovedora.

Nota: 8/10