Pollyanna (1960)

“Pollyanna” (1961), dirigida con una sensibilidad particular por Samuel Goldwyn Jr., no es simplemente una fábula infantil; es una meditación sobre el poder transformador de la actitud y la capacidad humana para encontrar la felicidad en circunstancias adversas. Aunque el argumento – una niña huérfana que cura a un pueblo con su optimismo – puede parecer simplista a primera vista, la película posee una profundidad emocional y una elegancia visual que la elevan por encima de la mera comedia romántica. Goldwyn Jr. consigue, sin caer en la sentimentalidad gratuita, un retrato conmovedor de la resiliencia y la búsqueda de la esperanza.

El núcleo de la película reside, sin duda, en la interpretación de Jane Wyman como Pollyanna Pritchett. Su actuación es sublime. Wyman no se limita a imitar la inocencia infantil; captura la complejidad emocional de una niña que ha experimentado un trauma y que, a pesar de ello, elige proyectar una luz positiva sobre el mundo. Observamos en su mirada un anhelo por la conexión, una necesidad de amar y ser amada, y un deseo genuino de mejorar el mundo que la rodea. La química entre Wyman y su personaje, que a menudo se presenta como un mero vehículo para la acción, es excepcionalmente fuerte y su interpretación se siente como una auténtica exploración de la esperanza.

La dirección de Goldwyn Jr. emplea una paleta de colores cálida y natural, reflejando la atmósfera idílica del pueblo de Pruitt Colony y proporcionando un telón de fondo visualmente atractivo para la historia. La banda sonora, compuesta por Alex North, es especialmente notable, utilizando melodías emotivas y esperanzadoras que realzan las escenas clave y subrayan la evolución emocional de los personajes. No es una banda sonora ostentosa, sino que se integra de forma sutil y efectiva, fortaleciendo la experiencia cinematográfica.

El guion, adaptado de la novela de Eleanor H. Porter, no es una obra maestra literaria, pero sí logra transmitir con eficacia los temas centrales de la historia: la importancia de la gratitud, la aceptación y la capacidad de ver lo bueno en los demás. Hay momentos de diálogo forzados y algunas situaciones exageradas, pero en general, la narrativa fluye con naturalidad y mantiene el interés del espectador. La película destaca en la construcción de personajes secundarios, dándoles profundidad y humanidad, lo que contribuye a enriquecer la trama y mostrar el impacto que Pollyanna tiene en la vida de aquellos que la rodean. La tía Polly, interpretada por Bing Crosby, es particularmente memorable, evolucionando de una figura severa y distante a una mujer que finalmente abraza la alegría y el amor.

En definitiva, “Pollyanna” es un clásico del cine que, a pesar de su origen cinematográfico, se mantiene relevante y conmovedora en la actualidad. No es solo una historia para niños; es una película que invita a reflexionar sobre la importancia de mantener una actitud positiva ante la vida, incluso en los momentos más difíciles. Es un recordatorio de que la verdadera felicidad no se encuentra en la posesión de bienes materiales, sino en la capacidad de apreciar lo que tenemos y de compartir nuestra alegría con los demás. Una película que te dejará con una sonrisa y, quizás, una nueva perspectiva sobre la vida.

Nota:** 8/10