“Popcorn” de Mark Waters es, a primera vista, una propuesta que seduce con su premisa: un festival de cine independiente, un grupo de estudiantes con aspiraciones, y la promesa de una noche de terror en el cine. Sin embargo, detrás de esa fachada, se esconde una película que, si bien ofrece algunos momentos de suspense y un ambiente inquietante, finalmente se pierde en un exceso de ideas y un desarrollo narrativo que resulta torpe y, en última instancia, decepcionante. La película no logra consolidarse como la inteligente y provocadora pieza de terror psicológico que anhela ser.
La dirección de Waters es competente, sí, pero carece de una personalidad marcante. La atmósfera de inquietud se construye con éxito a través del uso de la iluminación, la banda sonora y la fotografía, pero estos elementos se utilizan de forma demasiado obvia, sin profundizar en la psicología de los personajes ni en la exploración de las ideas que plantea. La película recurre a sustos fáciles y jump scares, que, aunque efectivos al principio, rápidamente pierden su impacto. El ritmo es irregular, alternando momentos de tensión superficial con largos periodos de inactividad, lo que frustra al espectador y desmotiva la inversión en la historia.
El reparto ofrece actuaciones sólidas, en general. Christina Ricci, en particular, se destaca como a Maggie, la propietaria del cine, una mujer compleja con un pasado oscuro y una peculiar relación con el horror cinematográfico. John Patrick Shanahan, como el director de cine, aporta una presencia amenazante y un aire de locura contenida. Sin embargo, el guion es donde la película realmente falla. Las ideas son interesantes en el papel –la conexión entre el director de cine, el festival, un culto y un pasado turbulento– pero la forma en que se presentan es confusa, llena de contradicciones y explicaciones apresuradas que no convencen. El desarrollo del culto, por ejemplo, se siente particularmente débil y mal definido, reduciéndolo a un cliché del género.
Además, la película trata temas como la obsesión, el cine como refugio y la naturaleza del miedo, pero lo hace de manera superficial, sin profundizar en el análisis de estos conceptos. El guion parece más preocupado por mantener el misterio y la tensión que por explorar las implicaciones de la trama. El final, en particular, es abrupto y, en mi opinión, no justifica las horas de suspense previo. Es un clímax decepcionante que deja al espectador con más preguntas que respuestas y una sensación de haber perdido el tiempo. “Popcorn” se queda a medio camino entre el thriller y el horror, sin llegar a dominar ninguno de los géneros, y se convierte en una experiencia cinematográfica olvidable, aunque no totalmente mala.
Nota: 5/10