¡Por favor, maten a mi mujer! (1986)

“¡Por favor, maten a mi mujer!” (Please, Kill My Wife) es una película que se aferra a una premisa tan extravagante y poco común como para generar curiosidad inmediata. Y en cierto modo, lo logra. Sin embargo, la película, dirigida por el siempre interesante Patrick Marber, se ve, en ocasiones, frustrada por su propia ambición, sacrificando la sutileza por el impacto visual y la tensión superficial.

La película se centra en Sam Stone (Colin Firth), un exitoso, aunque profundamente insatisfecho, diseñador de ropa. Su vida, en lo que respecta a su matrimonio con Bárbara (Leslie Man), es un desastre, lo que lo lleva a una decisión inusual: contratar a dos secuestradores novatos (Glenn Close y Stephen Graham) para que simulen su asesinato, con la esperanza de obtener un seguro de vida sustancioso. La premisa, al principio, es inquietantemente perturbadora y plantea preguntas interesantes sobre el amor, la avaricia y el valor de la vida. Marber construye una atmósfera de humor negro, pero con un toque de desesperación que se intensifica a medida que la trama se complica.

Firth ofrece una actuación magistral. Su Sam es un personaje complejo, al borde del colapso, atrapado en un ciclo de cinismo y resentimiento. Su interpretación es increíblemente convincente, transmitiendo el desprecio, la frustración y, en algunos momentos, un hilo de vulnerabilidad latente. Close y Graham, por su parte, están magníficos como los secuestradores, embriagados por su nueva y surrealista ocupación. Capturan a la perfección la torpeza y la inexperiencia de sus personajes, creando un contraste cómico y a la vez escalofriante con la seriedad del entorno en el que se mueven. La química entre los tres actores es, sin duda, uno de los puntos fuertes de la película.

Sin embargo, el guion, aunque ingenioso en algunos momentos, a veces recae en el melodrama barato y en situaciones que resultan forzadas. Las conversaciones entre los personajes, que podrían haber sido mucho más profundas y reveladoras, se limitan a menudo a diálogos superficiales. Además, la película podría haber explorado más a fondo las motivaciones de los secuestradores y el impacto de la situación en Bárbara, cuyo personaje, en gran medida, permanece en un segundo plano. La resolución, aunque satisfactoria en un sentido técnico, se siente un poco apresurada y carente de la complejidad que la película prometía. La cinematografía de Jonny Greenwood, con sus ángulos inusuales y su paleta de colores apagados, contribuye a crear una atmósfera inquietante pero, a veces, resulta demasiado estilizada y desconectada de la trama.

En definitiva, “¡Por favor, maten a mi mujer!” es una película intrigante con actuaciones excepcionales, pero con un guion que a veces falla en su ambición. Es una experiencia cinematográfica peculiar, que invita a la reflexión, aunque no llega a alcanzar su máximo potencial.

Nota:** 7/10