“Power Rangers: La Película” es, en última instancia, una declaración: una concesión y una reinterpretación de una franquicia de televisión que ha resistido el paso del tiempo y los cambios generacionales. La película no intenta engañar al espectador con una sofisticada narrativa o un análisis profundo de personajes; en cambio, abraza la nostalgia y la acción desenfrenada que definieron a las series originales, ofreciendo una experiencia de entretenimiento puro y directo al corazón. Sin embargo, como ocurre con las grandes concesiones, también se ve afectada por una cierta falta de originalidad, que dificulta su trascendencia.
La dirección de Justin Lie, a pesar de carecer de un estilo particularmente distintivo, logra mantener el ritmo de la película constantemente elevado. Las secuencias de acción, coreografiadas con una meticulosidad que homenajea las series de los 90, son espectaculares y, en gran medida, divertidas. El uso de efectos visuales, aunque no revolucionarios, cumple su función de dotar a las batallas con los monstruos de una apariencia convincente y de un colorido llamativo. La película se siente, en gran medida, como un videojuego en pantalla grande, y no es una crítica, sino una extensión del espíritu de los juegos de mesa de los años noventa. La paleta de colores saturados y la música sintetizada evocan una atmósfera vibrante y juvenil, perfecta para el público objetivo.
El reparto, liderado por Liebeskind, tiene su mérito. Los actores jóvenes, que interpretan a los Rangers, cumplen con creces su tarea. Cada uno aporta una personalidad reconocible, aunque los roles son relativamente planos y, en general, se centran en la ejecución de las escenas de acción. Sin embargo, es el personaje de Dulcea, interpretado por Pink, quien ofrece una pequeña chispa de interés. Su relación con los Rangers, inicialmente un cliché romántico, se desarrolla con cierta sutileza y se convierte en un elemento crucial para el arco narrativo. Aunque la química no es excepcional, la actuación de Pink aporta una dinámica interesante a la trama.
El guion, sin embargo, es quizás el punto más débil de la película. La historia es predecible y se basa en tropos narrativos comunes del género de aventuras. La trama de la pérdida de poderes y la búsqueda de una nueva fuente de energía es genérica y carece de profundidad. Los personajes secundarios son meros adornos, y las motivaciones de los villanos son simplistas y carentes de credibilidad. La introducción del arte Ninjetti, aunque visualmente impactante, se siente forzada y no se integra plenamente en la narrativa. La película no se atreve a explorar las implicaciones más profundas de la pérdida de poderes o las responsabilidades que conlleva ser un Power Ranger, optando por una superficialidad que limita su potencial.
En definitiva, “Power Rangers: La Película” es un entretenimiento ligero y visualmente atractivo, ideal para los niños y aquellos que conservan la inocencia de la infancia. No es una obra maestra cinematográfica, ni mucho menos, pero cumple su función de recordar a los aficionados a la franquicia y de ofrecerles una nueva dosis de acción y nostalgia. Es un guiño a una época y a un género, sin aspirar a ser más.
Nota: 6/10