“Pozos de ambición” (There Will Be Blood) es, sin lugar a dudas, una de las obras maestras más recientes de la cinematografía. Terrence Malick, un director que a menudo desafía las convenciones, entrega una película visceral, implacable y profundamente perturbadora que nos confronta con las sombras que acechan detrás del sueño americano. La película, adaptación de la novela “Petróleo” de Upton Sinclair, no es solo una historia sobre la extracción de petróleo; es una disección brutal de la psique humana, la corrupción del poder y la deshumanización que puede derivarse de la búsqueda desenfrenada de la riqueza.
Daniel Day-Lewis, en una de las actuaciones más brillantes de su carrera, ofrece una interpretación monumental de Daniel Plainview. No es un simple villano; es un hombre complejo, atormentado por la pérdida y la soledad, que se convierte en la encarnación misma de la ambición desmedida. Day-Lewis no ofrece una actuación grandilocuente o pretenciosa, sino una presencia física y emocional constante, una mirada intensa que transmite la desesperación y la determinación de Plainview. Su lenguaje corporal, su voz, la forma en que se mueve: cada detalle contribuye a la creación de un personaje que, pese a sus actos atroces, provoca una mezcla de horror y, paradójicamente, cierta simpatía.
La dirección de Malick es magistral. El uso del color, la luz y el sonido contribuyen a la atmósfera opresiva y decadente de la película. Las largas tomas, a menudo sin diálogo, permiten al espectador sumergirse en la experiencia de Plainview, compartiendo sus ansiedades y sus frustraciones. La banda sonora, compuesta por Jonny Greenwood, es inquietante y evocadora, amplificando la sensación de aislamiento y desolación. La película no rehúye de la violencia, que se presenta de forma cruda y realista, sin glorificarla. Sin embargo, la violencia es siempre consecuencia directa de la ambición y la falta de escrúpulos de Plainview.
El guion, adaptado con una fidelidad impresionante a la novela, explora temas universales como la familia, la fe, la explotación y la corrupción. La relación entre Plainview y su hijo, H.W. (Paul Dano), es particularmente conmovedora, aunque también es una muestra del impacto devastador que la ambición puede tener en las relaciones familiares. La figura del predicador Eli Sunday, interpretado por Paul Dano, es un contrapunto moral y espiritual a Plainview, representando la fe genuina y la compasión. Su oposición a Plainview no es meramente religiosa; es una defensa de los valores humanos frente a la avaricia desmedida. La película, con sus momentos de brillantez y su dirección impecable, logra un retrato ambivalente de la era en que se sitúa, con una fuerza y una profundidad que la convierten en una obra cinematográfica inolvidable.
Nota: 9/10