Presión (2015)

“Presión” no es un thriller claustrofóbico en el sentido tradicional, aunque la acción se centra casi por completo en un espacio reducido y la amenaza, implícita y aterradora, se basa en la escasez. Más que un simple ejercicio de tensión, es una profunda reflexión sobre la condición humana, el sacrificio y las decisiones morales que se toman bajo circunstancias extremas. La película de James Van Peebles, en su debut en la dirección de un largometraje, nos sumerge en la cápsula submarina “Tritón” donde un equipo de técnicos, liderado por el taciturno y pragmático Ben (John David Washington), se enfrenta a una tormenta que transforma un trabajo de mantenimiento en una lucha desesperada por la supervivencia.

Washington ofrece una actuación magistral. Su Ben es un personaje complejo, marcado por un pasado doloroso que se manifiesta en su cautela y su resistencia a asumir riesgos, pero que, inevitablemente, se ve forzado a tomar decisiones difíciles. No es un héroe convencional, sino un hombre normal, asustado y vulnerable, lo que lo hace particularmente relatable. El resto del equipo, interpretado con sólidas actuaciones por Melissa Leo, Matthias Schoenaerts y Yahya Abdul-Mateen II, complementa a Washington, cada uno aportando una perspectiva diferente sobre cómo afrontar la crisis. La dinámica entre los personajes se revela poco a poco, mostrando tensiones y rivalidades que exacerban la sensación de incomodidad y desesperación. Es un grupo de personas con vidas, sueños y errores, y no solo un puñado de ingenieros que luchan por su vida.

La dirección de Van Peebles es, sin duda, uno de los puntos fuertes de la película. Evita los clichés del género, optando por una estética visual sobria y realista que transmite la sensación de encierro y opresión. El uso del color es minimalista, predominando los tonos grises y azules, lo que refuerza la atmósfera opresiva. La fotografía de Bobby Rutledge es notable, especialmente en las secuencias submarinas, donde la iluminación es artificial y los movimientos de la cámara se limitan, creando una sensación de inmovilidad y peligro. La banda sonora, discreta pero efectiva, contribuye a crear la atmósfera de tensión y desesperación, sin ser intrusiva.

El guion, adaptado de la novela homónima de Pierre Lemaitre, es inteligente y no ofrece soluciones fáciles. La película no busca justificaciones, sino que plantea preguntas sobre la ética, la responsabilidad y la naturaleza de la condición humana. Las decisiones que deben tomar los personajes son moralmente ambiguas, y no hay respuestas correctas o incorrectas. La película se enfoca en el proceso de toma de decisiones, en el conflicto interno de los personajes, en el análisis de sus motivaciones y en las consecuencias de sus actos. La historia explora la fragilidad de la vida y la importancia de los lazos que nos unen, incluso en los momentos más oscuros. El final, deliberadamente abierto, obliga al espectador a reflexionar sobre las elecciones que se han realizado y a cuestionar el valor de la supervivencia a cualquier precio.

Nota: 7.5/10