Pret-a-porter (1994)

“Pret-a-porter” no es, en absoluto, una historia de moda convencional. Olvídense de los glamourosos desfiles y las poses perfectas que suelen asociarse a este sector. El director Héléna Kient Aulicyn construye un thriller psicológico tenso y claustrofóbico, ambientado en el corazón de la Semana de la Moda en París, donde la superficialidad y la ambición despiadada se disfrazan de elegancia. La película se centra en la muerte del director de la Chambre Sindical de la Moda, un evento que desata una red de sospechosos y resentimientos latentes entre los asistentes al evento, cada uno con secretos oscuros y motivos ocultos.

El guion, escrito por Aulicyn y Claire Denis, se desenvuelve con una lentitud deliberada que, lejos de resultar tediosa, sirve para generar una atmósfera de constante incomodidad. No busca espectacularismos, sino que se aferra a los detalles: miradas furtivas, comentarios a medias, gestos tensos... Estos pequeños indicios son los que, progresivamente, revelan las fracturas y las obsesiones de los personajes. La historia, aunque sencilla en su premisa, explora con maestría la naturaleza humana, la codicia y la fragilidad de las relaciones interpersonales. El ritmo no es rápido, es metódico, y se concentra en las motivaciones individuales, en las consecuencias de los actos y en la sensación recurrente de que algo terrible está a punto de suceder. La película no da explicaciones fáciles; simplemente presenta un conjunto de personajes que se revelan a sí mismos y al espectador a través de sus acciones y silencios.

El reparto es, sin duda, uno de los puntos fuertes de la película. Léa Seydoux, en el papel de un diseñador en apuros, entrega una actuación sutil y convincente, transmitiendo la angustia y la ambición que la consumen. Vincent Cassel, como un fotógrafo de moda consumido por la venganza, ofrece una interpretación imponente y perturbadora. El resto del elenco, compuesto por actores franceses de renombre, contribuye a la autenticidad del entorno y a la complejidad de las relaciones. La química entre los personajes es palpable, incluso cuando se encuentran en conflicto. Es evidente que la película ha sido cuidadosamente construida en el ámbito de las actuaciones, donde cada interpretación está pensada para realzar la tensión narrativa.

Visualmente, “Pret-a-porter” es un festín para los sentidos. La fotografía de Claire Mathon es exquisita, utilizando colores apagados y una iluminación natural que crea un ambiente melancólico y opresivo. La dirección de arte es impecable, recreando con detalle el lujoso pero también incómodo mundo de la moda parisina. La película se siente como una joya, un drama introspectivo que invita a la reflexión. No es una película para todos los públicos, ya que exige atención y paciencia, pero para aquellos que aprecien la narrativa inteligente y las actuaciones profundas, “Pret-a-porter” es una experiencia cinematográfica memorable.

Nota: 8/10