Pretty Woman (1990)

“Pretty Woman” es, en su esencia, una película que nos entrega un cuento de hadas contemporáneo, un espejismo de la aspiración social y una reflexión, aunque a menudo superficial, sobre la transformación personal. Robert Zemeckis, en esta joya de la comedia romántica de los 90, logra combinar un guion sencillo pero efectivo con una dirección visualmente atractiva, estableciendo un ritmo que seduce y mantiene al espectador enganchado, a pesar de su cierta previsibilidad.

La historia, en sí misma, no es particularmente innovadora. El cliché del hombre de negocios adinerado que busca una compañera para aparentar, y la transformación de la joven prostituta en un visionario elegante, se han explorado antes, pero Zemeckis lo aborda con una sensibilidad sorprendente. Lo que funciona excepcionalmente bien es la dinámica entre Edward Lewis (Richard Gere), el frío y calculador Victor S. Sinclair, y Vivian Ward (Julia Roberts). La química entre los dos actores es palpable y, a medida que avanza la trama, se establece una relación creíble, que va más allá del simple acuerdo de alquiler. Gere, interpretando a un hombre que, paradójicamente, se encuentra profundamente afectado por la pureza y la bondad de Vivian, logra humanizar su personaje, mostrando una vulnerabilidad que contrasta con su apariencia dura. Roberts, por su parte, ofrece una actuación memorable. Su evolución, desde la joven viviente que lucha por sobrevivir en las calles de Hollywood hasta la sofisticada y segura de sí misma Vivian, es magistral. No se limita a imitar la elegancia; ella la *vive*, y ese es el punto clave de su interpretación.

El guion, aunque predecible en su estructura, se beneficia de diálogos ingeniosos y situaciones cómicas bien construidas. La película logra equilibrar la comedia romántica con momentos de reflexión sobre la diferencia entre el valor intrínseco y la percepción externa. Las escenas en las que Vivian aprende sobre el mundo de los negocios y la alta sociedad son particularmente divertidas, y también generan cierta empatía hacia ella. La dirección de Zemeckis se centra en la estética: la película es visualmente deslumbrante, con secuencias de glamour, vestuario impecable y escenarios lujosos. Sin embargo, no se pierde de vista la humanidad de sus personajes. La paleta de colores, rica y vibrante, refuerza la atmósfera de ensueño y la transformación que Vivian experimenta. La banda sonora de James Newton Howard complementa perfectamente la narrativa, añadiendo una capa adicional de emoción y sofisticación.

A pesar de sus deficiencias, y la inevitable simplificación de algunos temas, “Pretty Woman” es una película encantadora y entretenida que sigue resonando con el público. No es una obra maestra cinematográfica, pero sí una experiencia visual y emocionalmente agradable. Es un recordatorio de que la verdadera belleza reside en el interior y que el amor puede romper incluso las barreras más sólidas. Además, es un clásico de culto de los 90 que, a pesar de su edad, sigue manteniendo un cierto atractivo.

Nota: 7.5/10