Priest (Sacerdote) (1995)

“Priest” (Sacerdote), la última película de Martin Amis y Rob Wasserman, no es un thriller de terror convencional, ni siquiera una historia de crimen especialmente compleja. Más bien, es una incursión profundamente inquietante y moralmente ambigua en la psique de un hombre confrontado con sus propios demonios y con las consecuencias de los secretos que ha guardado durante años. La película se mueve con cautela, construyendo una atmósfera de tensión palpable, pero no a través de sustos baratos, sino mediante una observación clínica de las consecuencias del pecado, el arrepentimiento y la fragilidad de la fe.

El personaje de Greg Pilkington, interpretado con una intensidad magnética por Ben Whishaw, es el núcleo de la película. Whishaw ofrece una actuación particularmente sutil y matizada, transmitiendo la angustia interna, el remordimiento y la desesperación de un hombre que lleva un secreto que amenaza con consumirlo. Su Greg es un hombre atormentado, no por una caída dramática, sino por el peso acumulativo de su pasado y el temor a la expiación. La película se centra en la lucha interna de este sacerdote, su intento de reconciliar su fe con su propia naturaleza, y su constante batalla para mantener el equilibrio en un pueblo donde la superstición y el miedo a lo desconocido son moneda corriente.

La dirección de Amis y Wasserman es notable por su lentitud deliberada. No se apresuran a explicar la historia, permitiendo que el espectador se sumerja en la atmósfera opresiva del pueblo irlandés. La fotografía de Golindaroff es magistral, utilizando la luz y la sombra para crear un ambiente lúgubre y claustrofóbico. Los paisajes, aunque bellos, reflejan un aislamiento y una decadencia que contribuyen al tono general de la película. La banda sonora, minimalista pero efectiva, añade una capa extra de inquietud, subrayando la sensación de peligro inminente.

El guion, basado en la novela homónima de Martin Amis, es una de las mayores fortalezas de la película. No ofrece respuestas fáciles y, en cambio, plantea preguntas incómodas sobre la naturaleza del pecado, la culpa, el perdón y el papel de la religión en la vida de las personas. Las escenas de confesión, especialmente, son intensas y perturbadoras, no por su representación gráfica, sino por la honestidad brutal con la que se muestran las profundas heridas internas de los personajes. Es una película que te obliga a reflexionar sobre las decisiones que tomamos y las consecuencias que pueden tener a largo plazo. No es un espectáculo para pasar el rato, sino una experiencia cinematográfica que permanece en la mente.

El ritmo pausado podría resultar abrumador para algunos espectadores, y la ambigüedad moral puede ser frustrante. Sin embargo, para aquellos que buscan una película que va más allá del género y que profundiza en la complejidad del alma humana, “Priest” es una obra maestra inquietante y memorable. Una película que, a pesar de su oscuridad, ofrece una visión inesperadamente luminosa de la redención y la posibilidad de encontrar la paz incluso en los rincones más oscuros de la fe.

Nota: 7/10