“Priscilla” no es una biopic convencional sobre Elvis Presley; no es una exaltación del Rey del Rock ni una disección obsesiva de su leyenda. Esta película, dirigida con sensibilidad por Sofia Coppola, se centra en la voz silenciada de Priscilla Beaulieu, la joven francesa que, sin saberlo, se convertiría en la mujer más famosa del mundo por su relación con el ídolo. Coppola logra, con una maestría innegable, construir una narrativa íntima y cuidadosamente calibrada que se aleja de la grandilocuencia y se adentra en la complejidad de las emociones y el contexto social que rodearon a esta improbable historia de amor.
Cailee Spaeny, en el papel de Priscilla, ofrece una actuación sublime. Su interpretación va más allá de la simple representación; captura la inocencia, la inteligencia y la vulnerabilidad de una joven que se encuentra en un mundo desconocido y en medio de una situación extraordinaria. La química con Elvis (Austin Butler, en una actuación que redefinirá su carrera), es palpable, aunque no se basa en la pasión desenfrenada típica del género. Su relación se muestra como un descubrimiento mutuo, una amistad que florece en un contexto de soledad y, quizás, una necesidad de compañía que ambos sienten. Butler, particularmente, se sumerge en el personaje, no solo replicando su apariencia física, sino explorando sus miedos, sus inseguridades y su profunda melancolía. Su transformación física y actoral es asombrosa y crucial para dar vida a un hombre que, en su intimidad, era mucho más complejo de lo que la fama sugiere.
El guion, adaptado de las memorias de Priscilla Beaulieu, es magistral en su sutileza. Coppola evita el melodrama, optando por un ritmo pausado que permite al espectador asimilar la evolución de la relación y el cambio radical en la vida de Priscilla. Las escenas en la Alemania del Oeste, donde la joven se encuentra recluida con su familia, evocan una atmósfera de encierro y ambigüedad moral que sirve de telón de fondo perfecto para el desarrollo de la historia. La película no juzga; simplemente presenta los hechos y las emociones sin añadir juicios de valor. La dirección de fotografía, con una paleta de colores apagados y una iluminación natural, refuerza esta atmósfera introspectiva, invitando al espectador a acompañar a Priscilla en su viaje personal.
Si bien la película no ofrece una explicación definitiva a la complejidad de la relación o las razones detrás de las decisiones de Elvis, la fuerza de "Priscilla" radica en su honestidad y su capacidad para humanizar a dos figuras icónicas. Es una historia sobre el aislamiento, la búsqueda de identidad y el impacto de la fama. La película recuerda, con elegancia y sensibilidad, que detrás de cada leyenda, existen individuos con sueños, miedos y, tal vez, una profunda soledad. “Priscilla” es una película que te queda grabada en la memoria mucho después de que los créditos finales hayan terminado de rodar.
Nota: 9/10