Procedimiento ilegal (1987)

“Procedimiento Ilegal” es un thriller de suspense que, si bien no llega a revolucionar el género, sí ofrece un disfrute considerable a través de una atmósfera tensa y una ejecución que, en general, es sólida, aunque con algunos resbalones. La película se centra en la creciente atracción y la peligrosa dinámica entre dos detectives, Benicio y Mateo, mientras se enfrentan a la persecución de un criminal con un pasado turbio y una esposa que se convierte en un inesperado punto de encuentro. La propuesta no es original, pero la forma en que se desarrolla esta intriga romántica y criminal, junto con la dirección habilidosa de Miguel Hermoso, aporta un frescor que la diferencia de otras producciones similares.

La dirección de Hermoso se caracteriza por un control preciso del ritmo y una cuidadosa selección de planos que maximizan la tensión. El uso de la luz y la sombra es especialmente efectivo, creando una sensación de inquietud constante y un ambiente opaco, reflejando la moralidad cuestionable de los protagonistas y la amenaza inminente. Se observa un juego de contrastes visuales interesante, donde la belleza de la esposa, Elena, se yuxtapone con la brutalidad de las acciones de los detectives. Hay momentos en que la película consigue crear un verdadero escalofrío, especialmente durante las escenas de persecución, que son coreografiadas de manera eficiente y mantienen al espectador al borde del asiento. Sin embargo, algunos planos largos, aunque visualmente atractivos, pueden ralentizar el desarrollo de la trama, especialmente en la primera mitad de la película.

El reparto es, en su mayoría, convincente. Juan Fernández, como Benicio, transmite la mezcla de profesionalismo y desesperación de un hombre atrapado en un caso que va más allá de su control. Su interpretación es sutil y matizada, evitando caer en clichés de personajes masculinos. Sin embargo, es el papel de Martín Piña como Mateo el que realmente destaca. Piña aporta una vulnerabilidad y un conflicto interno palpable a su personaje, mostrando un lado de Mateo que es a la vez atractivo y moralmente ambiguo. La química entre Fernández y Piña es, sin duda, un elemento fundamental del éxito de la película, y su interacción se siente orgánica y creíble. La actuación de Marta Milán como Elena es correcta, pero quizás carece del peso dramático necesario para profundizar en su personaje y dar mayor sustancia a la trama.

El guion, escrito por Carlos Barroso, es una de las mayores debilidades de la película. Si bien la premisa es interesante, la trama a menudo se siente predecible y recurre a algunos clichés del género thriller. Los diálogos, en general, son funcionales pero carecen de originalidad y, en ocasiones, se sienten artificiales. El desarrollo de los personajes secundarios es superficial, y se podrían haber explorado más a fondo las motivaciones y los trasfondos de algunos de ellos. A pesar de ello, el guion logra mantener el interés del espectador gracias a la tensión constante y al suspense implícito en cada escena. La resolución del conflicto final, aunque lógica, podría haber sido más impactante y memorable. Se siente, en cierto modo, como una conclusión algo apresurada, al no dedicar el tiempo necesario a explorar las consecuencias más profundas de los eventos.

Nota: 6.5/10