Propiedad Estatal (2002)

“Propiedad Estatal” (State of Grace) es un thriller neo-noir que, a pesar de su considerable potencial, no logra alcanzar la intensidad y el impacto emocional que se espera de una película con esta premisa. Dirigida por Phil Joanou, la película se sumerge en la cruda realidad de la guerra entre bandas en Los Ángeles de finales de los años 80, pero se siente a veces como si estuviera operando a medio gas, carente de la desesperación visceral que define su género. La película se centra en Beans (Michael Rooker), un ex-convicto que, harto de la marginación y la pobreza, decide emprender una ambiciosa operación: tomar el control del lucrativo negocio de las apuestas clandestinas de la ciudad, impulsado por un anhelo desesperado por una vida mejor para su familia.

La dirección de Joanou es sólida pero discreta. Maneja con eficiencia las escenas de acción, que son intensas y visualmente convincentes, pero no le presta demasiada atención al desarrollo de los personajes. Los planos son bien elaborados y la cinematografía, con predominio de tonos oscuros y colores apagados, contribuye a la atmósfera sombría y paranoica. Sin embargo, la película carece de un estilo visual distintivo, perdiendo la oportunidad de diferenciarse dentro de un subgénero ya saturado. Las escenas de persecución, con el uso efectivo de coches y tiroteos callejeros, son la mayor fortaleza visual de la obra.

El reparto es, en general, competente. Michael Rooker, en el papel de Beans, ofrece una actuación convincente, transmitiendo la frustración, la ambición y la desesperación de un hombre que lucha por sobrevivir en un mundo implacable. La química entre Rooker y el resto del elenco – especialmente con el personaje de la esposa de Beans, interpretado por la siempre sorprendente Lisa Jakub – es palpable y añade una capa de realismo a la historia. No obstante, la película no profundiza lo suficiente en los dilemas morales y emocionales que enfrentan los personajes, limitándose a mostrar sus acciones y sus consecuencias.

El guion, adaptado de un libro de Robert Caulfield, es donde la película más notablemente falla. Si bien la trama central es intrigante, la construcción de los personajes es superficial y los diálogos, a menudo, son torpes y poco naturales. La película se basa en clichés del género, presentando situaciones previsibles y resoluciones simplistas. Además, la trama se complica innecesariamente con la introducción de elementos de la vida familiar de Beans, que, aunque añaden un matiz emocional, también ralentizan el ritmo y distraen de la esencia del conflicto principal. La tensión se ve interrumpida por digresiones que no se integran de forma orgánica en la narrativa. El final, en particular, resulta abrupto e insatisfactorio, dejando muchas preguntas sin respuesta.

A pesar de sus fallos, “Propiedad Estatal” ofrece momentos de entretenimiento y una buena dosis de acción. Sin embargo, su falta de profundidad, su guion predecible y su dirección poco ambiciosa impiden que sea una película verdaderamente memorable. Es un thriller entretenido, pero no particularmente destacado.

Nota: 6/10