“Próxima parada Wonderland” no es la película más grandiosa de la taquilla, pero sí una experiencia cinematográfica peculiar y, en cierto modo, conmovedora. La película, dirigida por Michael Grandage, no pretende reinventar la rueda del romance, ni ofrecer un drama trascendental, sino construir un pequeño universo, una cápsula de tiempo donde dos personas afligidas, por diversas razones, se topan en el viaje de la vida. La premisa, sencilla al principio, se convierte en una reflexión sobre el destino, la creencia y la búsqueda de la felicidad.
La película se centra en Hope (Rebecca Ferguson) y Alan (Tom Hughes), dos individuos con vidas aparentemente incompatibles. Hope, marcada por una reciente ruptura y una profunda desconfianza en la suerte, lucha con sus demonios internos. Alan, soñador empedernido, anhela una transformación personal que le permita abandonar el oficio de fontanero para dedicarse a la biología marina. Grandage consigue establecer un ambiente de cierta melancolía, un tono grisáceo que permea la narrativa y se refleja en la fotografía. No obstante, la dirección de Grandage se mantiene contenida, evitando exhibiciones excesivas y permitiendo que la historia se desarrolle de forma natural, casi como un estudio de personajes. Lo importante es que la película genera una sensación de calma, de anticipación.
Las actuaciones son, sin duda, uno de los puntos fuertes de la película. Rebecca Ferguson ofrece una interpretación magnífica como Hope. Su mirada, en ocasiones, transmite una profunda tristeza, mientras que en otros momentos revela una fuerza oculta. Tom Hughes, por su parte, aporta matices a un Alan que se muestra vulnerable pero también determinado. La química entre ambos es palpable, creando un vínculo convincente que se desarrolla a medida que comparten el mismo viaje. No se trata de un romance convencional, sino de una conexión inesperada que surge del simple hecho de compartir un espacio y un tiempo limitado.
El guion, escrito por Colin Billington y James Magnall, es donde la película realmente brilla. La historia se mueve a un ritmo pausado, dando tiempo a explorar los pensamientos y sentimientos de los personajes. Los diálogos son inteligentes y reflexivos, y la banda sonora, minimalista y evocadora, complementa a la perfección la atmósfera de la película. Sin embargo, debo admitir que la trama, aunque efectiva, podría haber sido más elaborada. Algunos elementos, como el simbolismo de la línea de tren, podrían haberse explorado con mayor profundidad. A pesar de ello, la película consigue plantar semillas en la mente del espectador, invitándole a cuestionarse si el destino es algo inamovible o si, en última instancia, somos nosotros quienes lo construimos.
En definitiva, "Próxima parada Wonderland” es una película agradable y contemplativa, que no aspira a ser algo más que un relato sencillo sobre dos personas que se encuentran por casualidad. Es una invitación a reflexionar sobre las opciones que se toman en la vida y la posibilidad de que, a veces, el camino menos esperado puede conducir a la felicidad. Es una película que recompensa la paciencia del espectador y que, a largo plazo, permanece en la memoria.
Nota: 7/10