Proyecto: Terror (Watchers) (1988)

“Proyecto: Terror” (Watchers) no es una película que se queda atrapada en la mente del espectador; en cambio, busca, con un éxito moderado, generar inquietud y, sobre todo, una sensación persistente de incomodidad. Adaptación de la novela de Dean Koontz, la película nos presenta la historia de un joven taciturno, David (Jacob Carmichel), que, tras encontrar un perro extraviado, se ve envuelto en una pesadilla que rápidamente supera la simple cuestión de un animal perdido. Lo que al principio parece una adorable aventura canina, se transforma rápidamente en una lucha por la supervivencia contra una amenaza sobrenatural, planteada por otro canino, de origen inquietante y con una inteligencia depredadora que oscurece cualquier comparación con la inocencia de su contraparte.

La dirección de Michael J. Retta y Ishay Scott es precisa en la creación de una atmósfera opresiva, empleando una paleta de colores apagados y una iluminación constante que evoca la oscuridad y el aislamiento. La película se beneficia de paisajes desolados y una atmósfera rural que intensifica la sensación de vulnerabilidad de los protagonistas. Sin embargo, el ritmo se siente, en ocasiones, irregular. Hay momentos de tensión genuina, muy bien coreografiados en las persecuciones, que contrastan con otros momentos de alargamiento innecesario donde la película, sin duda, podría haber sido más concisa. La banda sonora, aunque efectiva en la mayoría de las escenas, a veces se siente un poco forzada, apuntando demasiado a la tensión en lugar de dejar que la acción y los personajes lo hagan.

El verdadero punto fuerte de “Proyecto: Terror” reside en las actuaciones. Jacob Carmichel, como David, ofrece una interpretación convincente, transmitiendo la angustia y el creciente terror del protagonista con sutileza. Pero es la actuación de Boyd Holbrook como el perro maligno la que realmente destaca. Holbrook logra evocar una presencia amenazante, una crueldad contenida que se revela gradualmente. No es un perro interpretado a través de efectos especiales y maquillaje, sino un personaje con un propósito, con un trasfondo que se va desvelando a medida que avanza la trama. La química entre Carmichel y Holbrook es fundamental para que la tensión se sienta palpable. El resto del elenco secundario, aunque cumple su función, no logra dejar una impresión duradera.

El guion, adaptado de la novela, es donde la película sufre más. Si bien la historia presenta elementos intrigantes, la ejecución carece de profundidad y, en ocasiones, recurre a clichés del género thriller de terror. La exploración del origen de los perros y las motivaciones detrás de sus acciones se siente superficial, dejando al espectador con más preguntas que respuestas. El final, aunque intenta ofrecer cierta resolución, no logra satisfacer plenamente la trama, dejando un sabor agridulce. La película explora temas como la genética, la ética científica y la naturaleza de la posesión, pero no logra profundizar en ellos de manera significativa. Se siente como una promesa incumplada, un intento de abordar ideas complejas sin ofrecer una reflexión profunda.

Nota:** 6/10