Proyecto X (1987)

“Proyecto X” (2001) es una película que, a pesar de su controversia inicial, se erige como un estudio inquietante sobre la pérdida de la inocencia, la presión familiar y la búsqueda de la identidad en un contexto de militarismo. Dirigida con una precisión quirúrgica por Jay Andrews, la película no busca la espectacularidad gratuita, sino que se centra en la disonancia entre el ideal de la excelencia militar y la realidad emocional de su protagonista.

La película nos presenta a Jimmy Garret, interpretado con una vulnerabilidad palpable por Zach Galifianakis. Galifianakis, en un papel que parecía forzado en un principio, logra un giro sorprendente, mostrando un carisma incómodo y una incapacidad para encajar en las rígidas estructuras del entrenamiento militar. Su actuación es la columna vertebral de la película, logrando que el espectador se identifique con su confusión y su creciente rechazo a las expectativas paternas. No es un héroe, es un chico inseguro que intenta desesperadamente complacer a su padre, un general del ejército, y a cambio se ve inmerso en un régimen de entrenamiento brutalmente artificial.

El guion, firmado por Andrews y Christopher Hilton, es deliberadamente lento y deliberadamente incómodo. La película no se apresura a mostrar la acción, sino que se centra en los detalles: las conversaciones apáticas, los ejercicios ridículos y la constante sensación de estar fuera de lugar. Esta lentitud, lejos de ser una debilidad, es una de las mayores fortalezas de la película. Nos obliga a observar, a sentir la despersonalización y la deshumanización que implícitamente se esconden tras el discurso heroico de la institución militar. La escritura es inteligente y consigue plantar ideas en la mente del espectador sin sermonear. La ambigüedad moral es un elemento central: no se justifica a nadie, ni siquiera a los personajes aparentemente "buenos".

La dirección de Andrews es precisa y sutil. Utiliza la cámara con una discreción que amplifica la incomodidad de la situación. La paleta de colores es apagada, realzando la sensación de frialdad y despersonalización. La banda sonora, por su parte, es minimalista y refuerza la atmósfera de desconexión. La película no trata de ser divertida, sino de generar inquietud. La "diversión" que la rodó para su estreno es una falsa impresión; en el fondo, es una crítica mordaz a la cultura de la perfección y la competitividad exacerbada.

“Proyecto X” es una película que permanece en la mente mucho después de que termina. Es un retrato desafiante de la juventud, la familia y el militarismo, con una ejecución impecable y una actuación memorable de Zach Galifianakis. La película no busca gratificar al espectador, sino provocarlo a reflexionar sobre los límites de la conformidad y la importancia de la individualidad. Es una obra con matices, que recompensa a los espectadores que están dispuestos a invertir tiempo y atención en comprender su mensaje.

Nota: 7/10