“Fireproof”, la nueva película de Brian Grazer y Ron Howard (los mismos detrás de “Facing the Giants”), no es una epopeya explosiva, ni un melodrama excesivamente sentimental, sino un drama familiar meticulosamente construido alrededor de una crisis marital. La película, estrenada con modestos medios y que sorprendentemente se posicionó en el cuarto lugar en la taquilla estadounidense, se centra en William Sheehan, interpretado con una solidez notable por Kirk Cameron. William es un bombero dedicado, un hombre que, tras una acción heroica que lo convierte en un héroe local, se enfrenta a la desintegración de su matrimonio con su esposa Ellen, interpretada por Michelle Monaghan. La premisa, aunque no novedosa, es lo suficientemente sólida como para sostener una historia convincente.
La dirección de Grazer y Howard, como suele ser habitual en su trabajo, es pulida y enfocada. Evitan los excesos dramáticos, optando por un enfoque realista y directo. La película se basa en la observación de la vida cotidiana, presentando conversaciones naturales y momentos de tensión que, aunque a veces lentos, resuenan con una autenticidad apreciable. La película no busca explotar el conflicto por el espectáculo, sino más bien mostrar la complejidad de las relaciones humanas, la dificultad de mantener la llama de la pasión y la importancia de la comunicación y el perdón. El ritmo, deliberadamente pausado, permite al espectador conectar emocionalmente con los personajes y comprender las motivaciones que los impulsan.
Las actuaciones son, en general, sólidas. Kirk Cameron ofrece una interpretación creíble como un hombre atormentado por la sensación de no ser suficiente para su esposa. Michelle Monaghan, aunque relegada a menudo a un papel secundario, aporta una vulnerabilidad y una determinación que le dan profundidad a su personaje. Especialmente notable es la interpretación de Julian McMahon como el pastor Curtis Hoyte, un hombre de fe que intenta guiar a William hacia la redención. Su personaje no es un ángel, sino un hombre con sus propios defectos y prejuicios, lo que añade una capa de complejidad a la trama.
El guion, aunque a veces carente de originalidad, es eficiente en la presentación del conflicto y en el desarrollo de los personajes. El uso de la terapia de parejas y las sesiones con el pastor, aunque puede parecer algo forzado, sirve como un mecanismo narrativo útil para explorar la dinámica marital y las tensiones subyacentes. Sin embargo, es importante destacar que el guion se centra más en la exploración de las emociones y los dilemas internos de los personajes que en la creación de un conflicto externo realmente convincente. La película se centra en el “qué pasa en la cabeza” más que en el “qué pasa a los pies”. Es una exploración introspectiva, por lo que puede no ser del gusto de todos, especialmente de aquellos que buscan una narración más vertiginosa.
En definitiva, “Fireproof” es una película honesta y conmovedora que, aunque no sobresale por su innovación, ofrece una reflexión sobre el amor, la fe y la importancia de la conexión humana. No es una película que deje una huella imborrable en la memoria, pero sí es una experiencia cinematográfica agradable y respetable. No se trata de una obra maestra, sino de una película que toca fibras sensibles y que, en última instancia, invita a la reflexión sobre las relaciones personales.
Nota: 6.5/10