P.S. (2004)

“P.S.”, la nueva película de Justin Kurzel, no es una experiencia cinematográfica que deje una huella imborrable, pero sí, es una meditación profundamente conmovedora y perturbadora sobre el duelo, la memoria y la persistencia del pasado. Kurzel, conocido por su adaptación de “Macbeth” y “Lore”, demuestra su habilidad para construir atmósferas densas y cargadas de emoción, aunque aquí, el enfoque se centra de manera aún más selectiva en la vulnerabilidad humana. La película no ofrece grandes explosiones ni giros argumentales sorprendentes, sino que se construye sobre la fragilidad emocional de Louise Harrington (Laura Linney), una mujer de casi cuarenta años atrapada en una existencia anodina y marcada por un luto sin resolver.

Linney, en una actuación magistral y absolutamente reveladora, entrega una interpretación sutil pero increíblemente poderosa. Su Louise es un personaje que se va desmoronando gradualmente, no por tragedia o eventos catastróficos, sino por la insistente presencia de un recuerdo que se niega a morir. No se trata de un luto convencional, sino de un dolor crónico, una herida abierta que sigue sangrando, transformando su vida en un laberinto de dudas y anhelos. La actuación de Linney reside en la precisión de sus microexpresiones, en la tensión palpable en su mirada, en la manera en que transmite una sensación de desesperación silenciosa y persistente. No es fácil de ver, pero es un retrato profundamente auténtico del proceso de duelo.

La dirección de Kurzel es efectiva en crear una atmósfera de melancolía y claustrofobia. La película está visualmente rica, empleando colores apagados y una fotografía que evoca la sensación de un pasado que se desvanece y de un presente sombrío. Se utiliza la música de manera deliberada, a menudo empleando melodías recurrentes que actúan como un leitmotiv, conectando el pasado y el presente de Louise. Sin embargo, el guion, escrito por Andrew Knapp y Kurzel, a veces flaquea en su ritmo. Las escenas se alargan, y la sensación de avanzar en la historia se ve interrumpida por momentos de contemplación excesiva. La narrativa, aunque introspectiva, podría haber beneficiado de una mayor dinámica y de un desarrollo más completo de los personajes secundarios, a pesar del enfoque casi total en la protagonista.

No obstante, la película logra capturar la esencia de un luto que no se cura, que se transforma en una parte inseparable del ser. “P.S.” no ofrece respuestas fáciles ni soluciones definitivas, sino que se adentra en la complejidad del trauma y la dificultad de superar una pérdida que parece perpetua. Es una película que invita a la reflexión y que plantea preguntas inquietantes sobre la naturaleza del recuerdo, el poder de la identidad y la búsqueda de sentido en la vida. No es una película para todos los gustos, pero para aquellos dispuestos a sumergirse en la introspección, “P.S.” puede resultar profundamente conmovedora y, en última instancia, muy significativa. Es una película que te queda en la mente, como un eco persistente.

Nota: 7/10