¡Qué bello es vivir! (1946)

‘¡Qué bello es vivir!’ no es solo una película navideña; es un hito en la historia del cine, una reflexión conmovedora sobre el valor de la vida, la red de relaciones humanas y el impacto que cada uno de nosotros tiene en la existencia de los demás. Basándose en un concepto simple pero profundo, Frank Capra nos entrega una historia que, aunque puede parecer un poco sentimentalista en la superficie, emerge como una obra maestra del melodrama con toques de comedia ingeniosa.

El guion, adaptado de la obra teatral de Philip Van Doren Stern, destaca por su capacidad de construir un arco emocional complejo en un tiempo relativamente corto. La narrativa no se basa en la acción espectacular, sino en el desarrollo gradual de la perspectiva de George Bailey, interpretado magistralmente por James Stewart. La película se construye sobre recuerdos y flashbacks, y Capra maneja estos elementos con una sutileza que evita caer en la repetición o la teatralidad excesiva. A lo largo de la historia, somos testigos de cómo la vida de George se entrelaza con la de sus vecinos, transformándose en un pilar de esperanza y seguridad para su comunidad. La historia de su hermano Jacob, la épica rescate del pasajero en el tren, y el cuidado con la joven Bess Weatherbrook, no son solo detalles de su pasado, sino la demostración de un corazón generoso y un espíritu altruista que se demuestra con el tiempo.

La dirección de Capra es impecable. Transmite la desesperación inicial de George con una honestidad brutal, sin caer en clichés melodramáticos. El uso de la cámara, especialmente en las secuencias de flashback, crea una atmósfera onírica y evocadora, transportándonos a un pasado aparentemente idílico pero que, en realidad, está tejido con las propias luchas y complicaciones de George. Las actuaciones son sencillamente extraordinarias. James Stewart ofrece una interpretación vulnerable y conmovedora, capturando la angustia y la determinación de un hombre al borde del abismo. Besthie Goddard, como Mary Bailey, complementa a Stewart con una ternura y una fuerza silenciosa que son fundamentales para la trama. La película también cuenta con un elenco secundario estelar, incluyendo a Claudette Colbert, Wendell White y Victor Moore, cada uno aportando una riqueza de matices a la narrativa.

Más allá de su valor sentimental, ‘¡Qué bello es vivir!’ es una crítica sutil pero efectiva al materialismo y la superficialidad de la sociedad. La confrontación entre George y su padre, una figura autoritaria y pragmática, refleja las tensiones entre el idealismo y la ambición personal. La película, en esencia, nos recuerda que la verdadera riqueza reside en las relaciones humanas, en la empatía, en la capacidad de ver la belleza y el valor en las pequeñas cosas de la vida. Es una película que te toca el corazón, te obliga a reflexionar sobre tus propias prioridades y te invita a apreciar el regalo de estar vivo. Un clásico atemporal que sigue siendo tan relevante hoy en día como lo fue en 1946.

Nota: 9/10