Qué fue de Brad (2017)

“Qué fue de Brad” es una película que, a primera vista, parece una de esas comedias de observación con un toque melancólico, pero al final se revela como una reflexión sutil y perturbadora sobre la obsesión con el éxito y el vacío que puede albergar la búsqueda perpetua de la validación externa. La película, dirigida con maestría por Eli Roth, se sitúa en un territorio incómodo donde la nostalgia y la envidia se entrelazan para crear un drama doméstico con un toque de humor negro. Roth, conocido por su trabajo en géneros más horripilantes, demuestra una capacidad sorprendente para equilibrar la comedia y el drama, creando una atmósfera de tensión constante, casi opresiva.

La película se centra en Brad (Adam Sandler), un hombre exitoso que, sin embargo, parece insatisfecho con su vida. La premisa de su viaje a la Costa Este, acompañado de su hijo adolescente, es simplemente el detonante para que Brad se confronte con su pasado y su presente. Lo que hace que la película funcione tan bien es que Roth no cae en clichés. No la convierte en una simple historia de “volver al pasado” para redimirse. En cambio, explora la complejidad de los sentimientos de Brad, mostrando su envidia hacia sus excompañeros, un grupo de empresarios que, aparentemente, han logrado el sueño americano. Sandler ofrece una actuación magistral, capturando la angustia silenciosa de un hombre que se siente invisible, incluso cuando su vida parece perfecta. Su interpretación es sutil, pero profundamente convincente, transmitiendo la ambivalencia de un hombre atrapado en sus propios demonios.

La dirección de Roth es impecable. El uso de la fotografía, con sus colores pastel y su atención al detalle en la recreación de la Costa Este, contribuye a la atmósfera de ensueño que contrasta con la realidad emocional de Brad. La banda sonora, con canciones de los ochenta, funciona como un elemento clave para evocar la nostalgia y el desencanto. Sin embargo, la fuerza de la película reside en su guion, que es inteligente y provocador. El guion evita las soluciones fáciles y, en cambio, explora las consecuencias de la envidia y la comparación social. Las interacciones entre Brad y su hijo, Billy (Joey Pastore), son particularmente conmovedoras, creando un vínculo genuino que añade una capa de profundidad emocional a la historia. La película plantea preguntas difíciles sobre lo que realmente importa en la vida y si la riqueza y el éxito pueden llenar el vacío interior.

Aunque algunas situaciones pueden parecer exageradas, la película mantiene un tono realista y evita la sentimentalidad gratuita. “Qué fue de Brad” no busca ofrecer respuestas definitivas, sino más bien provocar la reflexión en el espectador. Es una película que te quedará en la mente mucho después de que los créditos finales hayan rodado, invitándote a cuestionar tus propios valores y prioridades. La película sabe jugar con la expectativa del espectador y, en lugar de ofrecer un final feliz predefinido, nos deja con una sensación agridulce, un dejo de melancolía que es, quizás, la mejor manera de capturar la esencia de la vida.

Nota: 7.5/10