Queen Rock Montreal (1982)

“Queen Rock Montreal” no es simplemente un documental de conciertos; es una cápsula del tiempo sonora, una suerte de viaje al pasado con una fidelidad técnica asombrosa. La cinta, grabada en 35mm durante los dos únicos conciertos que Queen ofreció en Montreal en 1981, representa un hito en la historia del cine musical. No es una grabación casual; es la culminación de un esfuerzo técnico que incluso la propia banda consideró revolucionario en su momento, y una valiosa documentación de un momento crucial en su evolución.

La dirección, liderada por el talentoso Mick Bruce, logra capturar la energía visceral de los conciertos de Queen con una naturalidad que rara vez se ve en documentales de este tipo. Bruce no intenta manipular la imagen ni crear una narrativa artificial; simplemente permite que los eventos se desarrollen con la cruda honestidad que merecen. Lo que se observa es un tratamiento documental directo, que, si bien no es grandilocuencia, ofrece un acercamiento privilegiado a la banda y a su público. La filmación, aparentemente sencilla, es excepcionalmente efectiva para transmitir el impacto emocional de la música en directo. El uso de cámaras múltiples, aunque no de forma intrincada, permite obtener perspectivas variadas y, en ocasiones, momentos de verdadera intensidad. Se aprecia que no se ha sobrecargado la película con efectos especiales o ralentí innecesarios, optando por un enfoque que prioriza la autenticidad de la experiencia.

La actuación de Queen, por supuesto, es el corazón palpitante de la película. La banda, en pleno apogeo de su poderío musical, entrega interpretaciones que son a la vez impecables y emotivas. Freddie Mercury, como siempre, es una fuerza imparable, dominando el escenario con una carisma y una presencia escénica que cautivan al público. Su voz, su energía, su conexión con el público… todo en él está en su máximo esplendor. Pero no se trata solo de Freddie; Roger Taylor y John Deacon, en sus respectivas posiciones, también aportan momentos de brillantez, y Brian May, con sus solos de guitarra hipnóticos y melódicos, se erige como el alma musical del grupo. La banda interactúa fluidamente entre sí, creando una atmósfera de complicidad y de pasión por la música. Los solos, en particular, son especialmente memorables, transmitiendo la complejidad y la belleza de la composición de May.

El guion, o más bien, la ausencia de guion formal, es parte de la fuerza de la película. No hay entrevistas exhaustivas, ni explicaciones detalladas de los momentos clave. La película se basa en la experiencia en sí misma. La cámara se queda en el escenario, en el público, capturando la atmósfera de la noche, el sudor, la alegría, la euforia. Esta elección permite al espectador sumergirse completamente en la experiencia, así como sentir el impacto directo de la música. La película no trata de *explicar* Queen; simplemente *muestra* Queen en su máximo esplendor, al interactuar con su público y entregando sus canciones con la pasión que las caracteriza. Es una experiencia total, que vale la pena revivir para cualquiera que conozca, o quiera descubrir, la magia de Queen.

Nota: 9/10