“Quien a hierro mata” es una película que se ancla con fuerza en la brutalidad del narcotráfico en la Argentina de los años 90, ofreciendo una visión desmitificada y profundamente perturbadora de la violencia. La historia, aunque sencilla en su premisa, se construye sobre la tensión visceral y la sensación constante de peligro, elementos que, bajo la dirección meticulosa de Santiago Mitre, se convierten en la columna vertebral de una experiencia cinematográfica inolvidable. Mitre no busca glorificar el crimen, sino más bien diseccionarlo, desnudando la desesperación y la lógica retorcida que impulsan a sus personajes.
La película se centra en la confrontación entre dos mundos aparentemente inconcatenados: el de Mario, el enfermero idealista que se enfrenta a la paternidad, y el de Antonio Padín, el capo narcotráfico al borde del abismo. La construcción de estos dos personajes es particularmente acertada. No se trata de héroes ni de villanos, sino de hombres atrapados en una red de violencia, impulsados por la necesidad de proteger a sus hijos, aunque sus métodos sean horribles. El personaje de Antonio Padín, interpretado con una intensidad magnética por Leonardo DiCaprio (sí, el mismo DiCaprio), es especialmente convincente; su descenso a la autodestrucción es un retrato demoledor de la ambición desmedida y el fracaso moral.
La película no se limita a mostrar la violencia física, aunque ésta es omnipresente y brutalmente representada. El verdadero terror reside en la atmósfera de paranoia y la constante amenaza. La cámara, a menudo en primer plano, nos acerca a los personajes, transmitiendo su angustia y su temor. La banda sonora, minimalista y evocadora, contribuye a este efecto inquietante. Mitre sabe construir una sensación de incomodidad que no abandona al espectador durante toda la duración de la película. La dirección de fotografía, con sus tonalidades grises y apagadas, refuerza la idea de un mundo al que no se puede escapar.
El guion, adaptado de la novela de Fabián Cisternas, es sólido y bien construido. No cae en clichés ni en simplificaciones. Las conversaciones entre los personajes, a menudo tensas y cargadas de significado, revelan la complejidad de las relaciones familiares y las motivaciones ocultas detrás de cada acción. Sin embargo, algunos diálogos podrían haberse pulido ligeramente para evitar momentos que, sin ser intrusivos, podrían haber sido más fluidos. No obstante, la película mantiene un ritmo implacable que mantiene al espectador en vilo hasta el final.
En definitiva, “Quien a hierro mata” es una película imprescindible para entender una época turbulenta de la historia argentina. Es una obra visceral, incómoda y profundamente humana que, a pesar de su temática oscura, plantea preguntas importantes sobre la moralidad, la familia y las consecuencias de la violencia. No es una película fácil de ver, pero sí es una película que te marca.
Nota: 8/10