Rabos: El Musical (2023)

“Rabos: El Musical” es una experiencia cinematográfica que, desde el principio, parece destinada al olvido. No por ser inherentemente mala, sino por una mezcla inusual de elementos que, en conjunto, logran ser, a la vez, confusos y sorprendentemente entretenidos. La premisa – dos rivales en el negocio familiar que descubren ser gemelos idénticos y deciden, en un intento desmesurado, de recrear su vida familiar ideal – es audaz y, para ser justos, tiene el potencial de ser una comedia romántica con un toque dramático. Sin embargo, la película se ahoga en sus propias ambiciones y en una ejecución que, en muchos momentos, carece de la solidez necesaria para sostener la trama.

La dirección de Adrián García de San Benito es, en general, competente. Se observa un esfuerzo por crear una atmósfera particular, un ambiente cercano y un poco kitsch, que recuerda a las comedias musicales de los años 80. Las secuencias musicales, aunque coreografiadas con vigor, se sienten a veces desconectadas de la narrativa principal. La banda sonora, elaborada por Borja Valero, es sin duda el punto fuerte de la película, con temas pegadizos y que, aunque superficiales, contribuyen a mantener el ritmo y la energía de la trama. Pero, a pesar de la buena intención, el musical se estira en algunos momentos, alargando las canciones y diluyendo la acción dramática. Se siente, por tanto, que el formato musical se ha impuesto sobre la historia en sí misma.

Las actuaciones son, en su mayoría, sólidas. Andrés Cano y Jorge Sanz, quienes interpretan a los gemelos, demuestran una química considerable, aunque el guion no les proporciona suficientes oportunidades para explorar la dinámica fraternal. Sanz, en particular, ofrece un rendimiento particularmente brillante, aportando un toque de humor y una cierta vulnerabilidad que resalta entre el resto del elenco. También merece reconocimiento el resto del reparto, que incluye a personajes secundarios memorables, como el de un padre divorciado, interpretado con honestidad y torpeza por Miguel Ángel Blanco. Sin embargo, la trama se pierde en personajes secundarios que carecen de desarrollo, convirtiéndose en meros adornos de la historia.

El guion es, con diferencia, el elemento más débil de la película. La trama, aunque inicialmente prometedora, se complica innecesariamente con detalles y sub-tramas que no aportan valor añadido a la narrativa principal. Los diálogos, a veces, se sienten forzados y poco naturales. La premisa central, la búsqueda de la “familia ideal”, se explora de forma superficial, sin profundizar en las motivaciones y las emociones de los personajes. La resolución final, aunque satisfactoria, parece un tanto apresurada y poco convincente.

En definitiva, “Rabos: El Musical” es una película que no llega a cumplir su potencial. Ofrece momentos de entretenimiento, gracias a su banda sonora y a las actuaciones del reparto, pero su guion confuso y su puesta en escena excesivamente recargada terminan por diluir su impacto. Se trata de una experiencia visualmente agradable, pero que, en última instancia, deja una sensación de oportunidad perdida.

Nota: 6/10