“Radical” no es el tipo de película que te deja con una sensación de liberación inmediata. Más bien, te plantea preguntas incómodas sobre el sistema educativo, la desigualdad social y el potencial perdido que reside en lugares olvidados. La película, a pesar de su modesto presupuesto, logra construir una atmósfera opresiva y palpable en la ciudad fronteriza de Ciudad Juárez, un lugar que, en la narrativa, se siente tan desamparado y contaminado por la violencia como sus habitantes.
La dirección de Alonso Ruizpalma es precisa y sutil. Evita los clichés del género thriller o el melodrama, optando por un enfoque más documental, casi como si estuvieras presenciando un experimento social en directo. El uso del espacio, la iluminación y la composición de las escenas son elementos que contribuyen a generar un sentimiento de inquietud constante. No hay efectos especiales grandilocuentes, solo una fotografía cruda y real que refleja la dura realidad de la ciudad. Ruizpalma consigue, sin embargo, que el espectador se involucre emocionalmente a través de la mirada de sus personajes, mostrando sus esperanzas, miedos y frustraciones de forma natural y honesta.
Las actuaciones son sobresalientes. Daniel Montoya como el profesor Juan, un hombre desilusionado por un sistema que no valora su trabajo y por la violencia que rodea a sus alumnos, es particularmente convincente. Su lentitud, su paciencia y su empeño en conectar con sus estudiantes son lo que impulsan la narrativa. Los jóvenes interpretados por los actores locales, como Pablo Arellano, aportan una autenticidad admirable. No se pretenden héroes ni víctimas, sino jóvenes que luchan por sobrevivir en un entorno donde las oportunidades son escasas y la esperanza parece un lujo inalcanzable. Su representación es realista y evita la excesiva sentimentalización, lo cual refuerza la credibilidad de la historia.
El guion, adaptado de una historia real, es donde reside la verdadera fuerza de la película. No busca soluciones fáciles ni pretende una moraleja maniquea. En lugar de ello, explora la complejidad de las relaciones humanas y el impacto de la violencia y la desesperación en la vida de las personas. La película se centra en la metodología de Juan, un sistema de aprendizaje basado en el arte y la expresión personal que busca despertar la curiosidad y el potencial de sus alumnos. Si bien el éxito de su método es ambiguo, la película plantea la pregunta fundamental: ¿Es posible cambiar las cosas si primero se despierta el interés y el deseo de aprender? La película no ofrece respuestas fáciles, sino que deja al espectador con la capacidad de reflexionar sobre la importancia de la educación y la necesidad de combatir la apatía y la desesperanza. Es una película sobre la resistencia, la esperanza y la búsqueda de significado en un mundo marcado por la violencia y la desigualdad.
Nota: 7/10
