“R.A.F. Facción del ejército rojo” no es un thriller político en el sentido convencional del término. No busca un espectáculo de acción ni una glorificación de la lucha armada. Es, en cambio, una película inquietante y profundamente humana sobre la desesperación, la alienación y las consecuencias devastadoras de la radicalización. La película, dirigida con precisión por Baran bo Odar, se sumerge en la atmósfera sombría de Alemania Occidental en la década de 1970, un momento de tensión social y política, donde las heridas de la Segunda Guerra Mundial aún no habían cicatrizado por completo. La película no se centra únicamente en los terroristas, sino que explora sus motivaciones, sus miedos y sus sueños rotos, creando personajes complejos y, a menudo, perturbadores.
La dirección de bo Odar es magistral en su empleo de la luz y la sombra. Utiliza un formato de filmación experimental, con tomas prolongadas y planos secuencia que imitan la sensación de inmersión en la mente de los personajes. Esto contribuye a generar una atmósfera opresiva y claustrofóbica, que refleja la paranoia y la desesperación que experimentan los protagonistas. La banda sonora, igualmente inquietante, amplifica este efecto, creando una experiencia auditiva que se siente casi visceral. La película no se rehúsa a mostrar la violencia, pero la presenta con una frialdad clínica, evitando caer en la glorificación. La violencia es el resultado inevitable de un sistema corrupto y de individuos atrapados en un ciclo de venganza.
El núcleo de la película reside en las actuaciones. Moritz Bleibtreu como Andreas Baader es excepcionalmente convincente, logrando transmitir tanto la fría determinación del líder radical como la vulnerabilidad subyacente. Martina Gedeck como Ulrike Meinhof aporta una mezcla de inteligencia y fragilidad, mientras que Johanna Wokalek como Gudrun Ensslin encarna la desesperación y la frustración de aquellos que se sienten dejados atrás por el sistema. Sin embargo, Bruno Ganz, como el jefe de policía Horst Herold, ofrece quizás la interpretación más memorable. Su Herold no es un héroe invencible, sino un hombre atormentado por su pasado y por la complejidad de su trabajo. Ganz consigue transmitir una profunda comprensión de la situación, mostrando que Herold no solo persigue a los terroristas, sino que también comprende, en el fondo, sus motivaciones. Es una actuación cargada de humanidad y empatía, lo que le confiere una resonancia particular a la historia.
El guion, escrito por bo Odar y Thomas Kaiser, es un ejercicio de rigor histórico y de perspicacia psicológica. Evita caer en estereotipos y ofrece una visión matizada de los acontecimientos, explorando las causas profundas de la radicalización. La película no simplifica la situación, sino que presenta una imagen compleja y multifacética de la política y la sociedad alemana de la época. Sin embargo, a pesar de su minuciosidad, la película no pierde de vista la humanidad de sus personajes, ofreciendo una reflexión sobre los peligros de la ideología y la importancia de la comprensión y el diálogo. No es una película fácil de ver, pero es una película esencial para entender la complejidad de la historia alemana del siglo XX.
Nota: 8/10