“Ralph rompe Internet” es una secuela que, después de la brillantez de su predecesora, se encuentra con el desafío de mantener la magia y la inocencia que la convirtieron en un fenómeno. La película, dirigida por el dúo de animación del estudio Pixar, Chris Buck y Steve Bein, se adentra en un territorio familiar, el mundo de Internet, un concepto que, aunque visualmente atractivo, no siempre está del todo justificado. Si bien la premisa de un Ralph buscando su redención en los laberintos digitales es interesante, la ejecución carece de la fluidez y el encanto que definieron la primera entrega.
La película narra la historia de un Ralph, ya menos malévolo pero todavía consumido por su deseo de ser un héroe, que decide ingresar en el mundo de los videojuegos para probar su valía. La trama, en esencia, busca explorar temas como la fama, la autenticidad y el impacto de las redes sociales. Sin embargo, la película a menudo se pierde en elementos innecesarios y una estructura narrativa que se siente apresurada. Se intenta explorar la presión de las redes sociales a través de la figura de Vanellope, pero sus momentos de crítica social son superficiales y no ofrecen una reflexión profunda. El humor, que fue uno de los puntos fuertes de la primera película, se siente menos presente y, en ocasiones, excesivamente caricaturesco.
Las actuaciones vocales son sólidas, como siempre, con John Ratzenberger aportando su característico humor y Sarah Waisbort manteniendo la esencia de Vanellope. La dirección artística, sin embargo, es impecable. El diseño visual de Internet es una maravilla, una explosión de colores, formas y referencias que recrean la estética de la web de forma visualmente impactante. La película utiliza los elementos del mundo digital de manera creativa, aunque a veces la sobrecarga visual puede distraer del desarrollo de la trama.
Lo que más me decepcionó de “Ralph rompe Internet” fue la falta de originalidad. Si bien se intenta evocar la nostalgia y la emoción de la primera película, la historia carece de la sustancia que la hizo tan memorable. La película parece estar más preocupada por ofrecer un espectáculo visual que en profundizar en los personajes o en explorar las implicaciones de su premisa. No logra replicar la conmovedora mezcla de humor y corazón que definió “¡Rompe Ralph!” y, en lugar de sorprender, se siente más como una continuación segura pero predecible.
Nota: 6/10