Rampart (2011)

“Rampart” no es un thriller policial convencional ni un drama judicial con un argumento fácil de digerir. Es, en cambio, una radiografía visceral y profundamente inquietante de la corrupción sistémica que pudrió la división Rampart de la policía de Los Ángeles a principios de la década de 2000. David Mackenzie, director conocido por su meticulosidad y su capacidad para evocar atmósferas densas, entrega una película que se aferra a la suciedad y la ambigüedad moral, dejando al espectador con la sensación agridulce de haber presenciado un crimen sin juicio final.

El film se centra en William Bratton, interpretado con una intensidad desarmante por Woody Harrelson. Bratton, el jefe de policía que implementó la “Policía Comunitaria”, se presenta inicialmente como un reformador, pero Mackenzie y el guion, adaptado de un libro de los periodistas Stephen Cooper y Michael Connelly, rápidamente revelan una verdad mucho más oscura. Harrelson no se limita a interpretar a un policía corrupto; construye un personaje complejo, rodeado de contradicciones. Vemos su ambición, su determinación, y su vulnerabilidad, lo que lo hace a la vez repulsivo y, en cierto modo, comprensible. Su presencia domina la narrativa, pero nunca se convierte en el centro de la película. El foco siempre está en las consecuencias de sus decisiones y en las vidas que sacó de pie.

La película no se basa en el espectáculo de acción ni en persecuciones frenéticas. La tensión se construye a partir de la atmósfera opresiva, de las miradas entre los policías, de los silencios cargados de significado. La banda sonora, con piezas inquietantes y minimalistas, contribuye a generar una sensación constante de incomodidad. El guion se vale de la voz en off de un detective, a través de las investigaciones de un joven reportero, para ofrecer fragmentos de la historia, pero manteniendo al espectador constantemente en la incertidumbre sobre lo que realmente ha ocurrido. La película, aunque a veces lenta, mantiene un ritmo implacable, documentando con crudeza la creación de pruebas falsas, el uso de la violencia letal y la manipulación de la justicia. Las escenas del interrogatorio son especialmente perturbadoras, ya que revelan no solo la brutalidad de los métodos empleados, sino también la facilidad con la que se puede doblegar la ley.

El elenco secundario, que incluye a Cynthia Erivo como una policía luchando por mantener su integridad, y Michael Shannon como un detective que se cuestiona todo lo que ve, es excepcional. Cada interpretación es matizada y contribuye a la riqueza de la narrativa. La dirección de Mackenzie está en pleno apogeo, logrando con maestría la ambigüedad moral que define la película. “Rampart” no ofrece respuestas fáciles. No busca juzgar a los personajes, sino mostrarles como víctimas y perpetradores de un sistema corrupto. Es una película que te hace reflexionar sobre el poder, la justicia y la verdad, y que te deja con una sensación de inquietud persistente.

Nota: 8/10