Rangi Taranga (2015)

“Rangi Taranga” (La promesa de la lluvia) es, sin duda, una de esas películas que te cala hondo y te persiguen en la mente mucho después de que los créditos finales hayan terminado de rodar. Dirigida con una maestría casi silenciosa por Jeet Sreedharan, la cinta no se aferra a la espectacularidad visual, sino que se basa en la construcción paciente y gradual de una atmósfera de terror psicológico, un suspense meticulosamente tejido en la rutina y el aislamiento de un pueblo olvidado de la India.

La historia, al principio, parece un relato sencillo: el regreso de un escritor, Vikram, y su esposa, Amara, a su pueblo natal para enfrentar un pasado que intentan enterrar. La llegada de la periodista, Maya, es el catalizador que libera una serie de eventos inexplicables. Sin embargo, lo que realmente destaca de “Rangi Taranga” es la manera en que el guion explora la naturaleza fragmentada de la memoria y la forma en que el pasado puede regresar para atormentar el presente. La película no ofrece respuestas fáciles; en cambio, presenta un laberinto de sospechas, recuerdos confusos y la incómoda sensación de que uno está siendo observado por fuerzas que no puede comprender.

Las actuaciones son excepcionales. Nirup Bhandari, como Vikram, transmite con una sutileza dolorosa el peso del pasado que lo asedia. Su interpretación es profundamente contenida, comunicando una angustia latente a través de miradas y gestos. Avantika Shetty y Radhika Narayan también ofrecen actuaciones sólidas, creando una dinámica convincente entre las tres figuras centrales de la trama. Hay una tensión palpable en la relación entre las tres, una mezcla de curiosidad, desconfianza y una creciente sensación de que la verdad es mucho más oscura de lo que aparenta.

Lo más impresionante de “Rangi Taranga” es, sin duda, la dirección. Sreedharan manipula el ritmo y la tensión con una maestría increíble. La película está llena de momentos silenciosos, pero estos no son vacíos. Cada imagen, cada detalle, contribuye a crear una sensación de inquietud y presagio. El uso del sonido, por su parte, es magistral; la banda sonora, minimalista pero efectiva, realza la atmósfera opresiva y se convierte en una parte integral de la experiencia cinematográfica. La fotografía, con su paleta de colores terrosos y la luz que se filtra a través de las ventanas, intensifica el sentimiento de claustrofobia y aislamiento. No se busca el jump scare; el horror reside en lo que se sugiere, en lo que se deja entrever, en la incertidumbre general que rodea a los personajes.

En resumen, “Rangi Taranga” es una joya del cine independiente, una película que recompensa la paciencia y la atención del espectador. Es un ejercicio de suspense psicológico que te dejará reflexionar sobre la fragilidad de la memoria y la naturaleza del terror. Una experiencia cinematográfica verdaderamente inquietante.

Nota: 8.5/10