Raw (El show de Eddie Murphy) (1987)

“Raw (El show de Eddie Murphy)” es mucho más que un simple recopilatorio de apariciones de un cómico consagrado; es un retrato visceral de la vida en constante cambio, la lucha por la autenticidad y la búsqueda de sentido en un mundo obsesionado con la fama. Este especial, grabado en el bullicioso escenario de Nueva York, se erige como una evolución natural del trabajo de Murphy, profundizando en las secuelas emocionales y psicológicas de su éxito más reciente, “Delirious”. La película no se limita a mostrar los momentos hilarantes del espectáculo; se adentra en la reflexión, la vulnerabilidad y la complejidad de su personaje.

La dirección, a cargo de Eddie Murphy mismo, es sorprendentemente ambiciosa. Más allá de la gestión del flujo del espectáculo, Murphy demuestra una capacidad para crear atmósferas. La filmación, con su iluminación cálida y la saturación cromática, evoca la nostalgia de los años 80, reforzando la sensación de un viaje en el tiempo a una época dorada del stand-up. Sin embargo, esta estética, a veces excesiva, podría resultar intrusiva para algunos espectadores. La banda sonora, con referencias a la música soul y funk de la época, complementa a la perfección el tono general del especial, pero a veces se siente un tanto artificiosa, como si intentara imponer un estilo que no siempre encaja con la naturalidad de las observaciones de Murphy.

El corazón de la película reside, sin duda, en la interpretación de Eddie Murphy. Su presencia escénica es innegable, pero en “Raw” se ve a un Murphy que ha madurado como comediante. Ya no se limita a contar chistes rápidos; explora temas profundos con una honestidad brutal. Sus digresiones sobre la fama, las relaciones sentimentales, y la presión de mantenerse relevante demuestran un nivel de introspección que antes no se había visto en su trabajo. Murphy no se avergüenza de mostrar sus inseguridades y miedos, y esta vulnerabilidad es lo que conecta al público con él de una manera genuina. El humor, a menudo negro y a veces incómodo, se entrelaza con el drama personal, creando una experiencia cinematográfica rica y multifacética. Su trabajo aquí es un testamento a su longevidad y versatilidad como artista.

El guion, en gran medida improvisado, se beneficia de la química natural entre Murphy y el público. La libertad que concede a la improvisación permite que el espectáculo fluya de manera orgánica, y estas “desviaciones” a veces inesperadas son una de las mayores fortalezas del especial. No obstante, se percibe una cierta falta de pulido en algunos momentos, y algunas de las estructuras narrativas son un tanto torpes. A pesar de ello, la autenticidad del momento y la capacidad de Murphy para capturar la esencia de la comedia improvisada superan con creces cualquier deficiencia técnica. El enfoque no está en contar una historia convencional, sino en presentar un momento de vida, en un estado de ánimo.

En definitiva, “Raw (El show de Eddie Murphy)” es una película que exige una audiencia abierta a la experimentación y dispuesta a contemplar la complejidad del arte de la comedia. No es un espectáculo ligero y superficial; es una exploración honesta y, a veces, dolorosa de la identidad y el éxito. Si buscas una experiencia de stand-up cinematográfica que trascienda el entretenimiento, esta película te obligará a reflexionar y, posiblemente, a reírse a carcajadas.

Nota: 8/10