“Razorback: Los colmillos del infierno” es una de esas películas que, contra todo pronóstico, se convierte en una experiencia cinematográfica profundamente satisfactoria. No se trata de una obra maestra del cine, ni de una propuesta innovadora, pero sí de un ejercicio de terror rural bien logrado, que combina elementos clásicos con una atmósfera inquietante y una ejecución sólida. La película, que se anclada firmemente en la estética de los thrillers de supervivencia australianos de los 70, no busca sorprender con efectos especiales extravagantes, sino que se centra en la tensión, el miedo visceral y la sensación de vulnerabilidad ante un depredador implacable.
La dirección de duo Wayne Maxwell y Jack Disney es notablemente eficiente. Logran mantener un ritmo pausado, que permite al espectador absorber la atmósfera opresiva de la región y la creciente paranoia de los personajes. El uso de la cámara, con planos amplios y tomas desde el suelo, intensifica la sensación de ser acorralado por la bestia. La película no se dedica a mostrar la criatura en exceso; su presencia se siente más en el ambiente, en los sonidos, en el miedo que suscita en quienes se cruzan en su camino. El empleo de la luz natural, a menudo sombría y oblicua, acentúa el terror y el aislamiento de la zona.
El reparto es sólido. Warren Mitchell ofrece una interpretación convincente como el sheriff gruñón, atrapado entre el deseo de proteger a su comunidad y la responsabilidad de la amenaza. Pero es la actuación de John Stanton, como el marido de la periodista americana, Carl, la que realmente destaca. Su desesperación, su necesidad de proteger a su esposa, y su creciente desconfianza en los habitantes locales, son palpables y generan una fuerte empatía. La actriz principal, Maree Rillera, logra transmitir el miedo y la vulnerabilidad de su personaje con sutileza, sin caer en estereotipos femeninos.
El guion, aunque sencillo, cumple su función. La trama, centrada en la supervivencia ante un depredador desconocido, es directa y efectiva. No se complica con subtramas innecesarias, lo que permite que la tensión se mantenga constante. Se explora sutilmente la dinámica de la comunidad rural, revelando la desconfianza, los secretos y las tensiones latentes. El verdadero corazón de la película reside en el dilema moral que enfrentan los personajes: ¿hasta dónde están dispuestos a llegar para sobrevivir? Es en este punto donde la película se aleja un poco del puro entretenimiento y se convierte en una reflexión sobre la naturaleza humana en situaciones extremas.
“Razorback” no es una película para recordar para siempre, pero sí una experiencia cinematográfica recomendable para aquellos que aprecien el terror rural clásico, bien ejecutado y con un ambiente envolvente. Es una película que, a pesar de su aparente sencillez, logra transmitir un sentimiento de inquietud y vulnerabilidad que perdura mucho después de que los créditos finales hayan terminado de rodar.
Nota: 7/10