“Relic” no es solo una película de terror; es un estudio sutil y perturbador sobre el proceso de pérdida, la vejez y la fragilidad de la memoria. La película, dirigida por Peter Latulippe, se erige como un ejemplo escalofriante de cómo el miedo puede estar más arraigado en la angustia emocional que en la amenaza física, y eso es lo que la convierte en una experiencia tan memorable. A diferencia de las jump scares predecibles que a menudo dominan el género, ‘Relic’ construye su horror lentamente, permitiendo que la atmósfera opresiva y la sensación de inquietud se filtran gradualmente en el espectador.
El guion, adaptado de la historia corta "The Lodger" de Guy Gavriel Kay, es notablemente efectivo. No se basa en clichés de fantasmas clásicos, sino en una exploración visceral del deterioro cognitivo y la memoria selectiva. El coche que resulta ser la fuente de la amenaza no es una entidad demoníaca tradicional, sino un artefacto que amplifica y materializa los recuerdos y miedos de Edna. Esto eleva la película a un nivel superior, transformándola en una parábola sobre el duelo y la dificultad de aceptar el final de una vida. Las conversaciones entre Amy (Samira Wiley) y su nieta, Ben (Thomasin McKenzie), son particularmente convincentes, cargadas de la frustración y el amor familiar que se encuentra con la creciente desesperación. La tensión narrativa se mantiene, no por un ritmo frenético, sino por el pulido de cada diálogo y la gradación cuidadosa de la información.
Las actuaciones son, sin duda, un pilar fundamental del éxito de la película. Samira Wiley ofrece una interpretación matizada y conmovedora de Amy, una hija atormentada por el pasado y luchando por comprender el comportamiento errático de su madre. Sin embargo, es Thomasin McKenzie quien realmente brilla. Su interpretación de Ben es sutil, pero poderosa, transmitiendo la creciente ansiedad y el horror de una joven que se enfrenta a una realidad que desafía toda comprensión. Se ve a una McKenzie que logra, con gestos, miradas y silencios, expresar la creciente desesperación de su personaje. La conexión emocional que establece con Wiley es palpable, lo que amplifica el impacto de la historia.
La dirección de Peter Latulippe es precisa y eficiente, creando un ambiente claustrofóbico y hostil, incluso en el interior de la casa. La fotografía, con tonos apagados y una paleta de colores dominada por el verde y el gris, contribuye significativamente a la sensación de desasosiego. El diseño de sonido, en particular, es sobresaliente, empleando texturas y sonidos sutiles para generar tensión antes de que se produzcan los momentos más inquietantes. La música, aunque discreta, se integra perfectamente en el tono general de la película, añadiendo una capa adicional de inquietud. “Relic” no pretende asustar; busca perturbar, y en ese objetivo, es absolutamente exitosa. Es una película que te quedará grabada en la mente mucho después de que los créditos finales hayan terminado de rodar. Es una obra que merece ser vista y, sin duda, debatida.
Nota: 8.5/10