Renoir (2012)

“Renoir” no es un melodrama grandilocuente, ni un biopic convencional que busca reconstruir la biografía de Auguste Renoir. Es, en cambio, una meditación poética sobre el amor, la pérdida y la transmisión generacional, teñida de la luz dorada de la Costa Azul en 1915. La película, dirigida con una sensibilidad exquisita por François Ozon, se centra en el encuentro inesperado entre el pintor en declive y su hijo, el cineasta Jean Renoir, y en la innegable atracción que surge entre ambos y, particularmente, entre el pintor y la joven Andrée Roux.

La dirección de Ozon es magistral en su sutileza. Evita los clichés y la sentimentalidad gratuita, optando por un ritmo pausado que permite que los personajes y sus emociones se revelen gradualmente. La película se construye a través de la observación, la imagen y el silencio, elementos que contribuyen a crear una atmósfera contemplativa y profundamente evocadora. La cinematografía de Thierry Frantz es fundamental, capturando la luz mediterránea con una delicadeza impresionante, creando momentos de belleza visual que se quedan grabados en la memoria. Las largas tomas, la exposición natural y el uso de colores vibrantes dan vida a la Costa Azul, haciéndola casi tangible.

Las actuaciones son, sin duda, uno de los puntos fuertes de la película. Michel Bouquet, en el papel de Auguste Renoir, ofrece una interpretación conmovedora y llena de matices. Su Renoir es un hombre consumido por la nostalgia y la dolor, pero también por una vitalidad latente que se reaviva gracias a Andrée. Vincent Rottiers, como Jean Renoir, encarna la inquietud y la ambición de un joven cineasta en busca de su identidad. La química entre los dos actores es palpable, la tensión entre el padre que quiere proteger a su hijo y el hijo que busca su propio camino es delicadamente equilibrada. La interpretación de Carole Bouquet como Andrée es igualmente cautivadora. No es una mujer superficial, sino una figura compleja y enigmática, capaz de despertar pasiones y provocar conflictos.

El guion, adaptado de la novela homónima de Sarah Benhayoun, es inteligente y bien construido. Se adentra en la psique de los personajes, explorando sus deseos, sus miedos y sus conflictos internos. La película no ofrece respuestas fáciles, sino que plantea preguntas sobre la naturaleza del amor, el arte, la familia y la tradición. El dilema central, la confrontación entre el pasado y el futuro, entre el legado artístico y la búsqueda individual, está tratado con honestidad y sensibilidad. Se percibe una sutil reflexión sobre la intergeneración y la influencia que cada uno tiene sobre el otro.

Aunque el ritmo pausado pueda resultar un obstáculo para algunos espectadores, “Renoir” es una película que requiere de paciencia y atención. Es una obra que, una vez absorbida, deja una huella imborrable, invitando a la reflexión sobre la fragilidad de la vida y la importancia de los momentos que nos marcan. No es un drama fácil, pero sí profundamente conmovedor y visualmente deslumbrante.

Nota: 8/10