“Resacón 2: ¡Ahora en Tailandia!” es una película que, en lugar de ofrecer una experiencia cinematográfica trascendental, se presenta como un experimento sociológico disfrazado de comedia. Y, en ese sentido, funciona sorprendentemente bien, aunque no necesariamente de la forma en que uno podría esperar de una secuela de una película tan icónica como “Resacón”. La película se basa en la idea de que, a veces, la mejor forma de evitar una desastrosa despedida de soltero es evitarlo por completo. El plan de Stu es, irónicamente, construir una boda preboda impecable, con un brunch cuidadosamente planificado y un fuerte énfasis en la abstinencia. Pero, por supuesto, la naturaleza humana y la influencia de un ambiente exótico, como Tailandia, son fuerzas irresistibles.
La dirección de Chris Rock, quien también es el protagonista, no busca la grandilocuencia ni la estética brillante. Se centra en la interacción entre los personajes, en las situaciones incómodas y en la comedia que surge del caos. Rock gestiona con habilidad el ritmo de la película, alternando momentos de tensión cómica con escenas más relajadas que muestran la dinámica del grupo. No hay grandes giros argumentales ni efectos especiales que destaquen, lo que, en realidad, es una fortaleza. La película se apoya en la química entre los cuatro protagonistas, y aunque las actuaciones individuales no son particularmente memorables, el reparto logra crear una sensación de autenticidad y, lo que es más importante, de amistad. Alan Arkin aporta su habitual humor seco y ligeramente desquiciado, mientras que Steve Carell, Phil y Craig Robinson son el contrapunto más sensato y reflexivo del grupo. Justin Bartha, quien interpreta a Stu, se beneficia de la oportunidad de explorar la neurosis y la desesperación del personaje, aunque su interpretación puede llegar a sentirse un poco exagerada en ciertos momentos.
El guion, escrito por Rock y sus colaboradores, no se preocupa por desarrollar personajes complejos o por explorar temas profundos. Se contenta con presentar situaciones absurdas y diálogos ingeniosos, que se basan en el humor negro y la observación del comportamiento humano en situaciones de estrés social. La comedia reside en la exageración, en los malentendidos y en las consecuencias desastrosas de las decisiones impulsivas. Si bien la trama principal es predecible, el guion logra mantener el interés del espectador gracias a su estilo de humor y a la repetición de algunos elementos característicos de la primera película. Es una comedia que se basa en lo familiar y lo reconocible, aprovechándose de los clichés del género. No hay sorpresas, pero tampoco hay momentos de verdadera decepción.
A pesar de sus defectos, “Resacón 2: ¡Ahora en Tailandia!” ofrece una dosis de entretenimiento ligero y sin pretensiones. No es una obra maestra del cine, pero sí una película que puede resultar divertida si se aborda con la actitud correcta: es decir, si se trata de verla como una comedia de situación, sin expectativas demasiado altas. Es una película para desconectar y reírse un rato, y, en ese sentido, cumple su cometido con soltura. La película evoca al espectador a la nostalgia de los viajes y las experiencias sociales, haciendo un guiño a la generación que se recuerda a sí misma con fotos de momentos despilfarados, como este.
Nota: 6/10