“Resacón en Las Vegas” no es precisamente una obra maestra del cine, pero sí que consigue un efecto bastante notable: te hace reír. Y en un mercado dominado por el exceso de seriedad y por la pretensión de la narrativa moderna, esa capacidad de entretener de forma inmediata y sin complicaciones es una victoria en sí misma. La película, dirigida por las Hermanas Rylance, aprovecha al máximo el cliché del “después de la fiesta” y lo convierte en un viaje caótico y descontrolado que, aunque no aporta una profunda reflexión sobre la amistad o la madurez, ofrece momentos genuinamente divertidos, incluso algunos de genuino ingenio.
La dirección de las Hermanas Rylance es notablemente ágil y dinámica. Siguen el ritmo frenético de la trama con facilidad, capturando la esencia del caos y la desorientación de los protagonistas. Logran transmitir la sensación de estar dentro de la fiesta, de sentirse abrumado por el ruido, el alcohol y las situaciones absurdas. No se detienen a explicar, a justificar, simplemente muestran. Esto, combinado con la banda sonora, contribuye a crear una atmósfera contagiosa, invitando al espectador a sumergirse en la locura. La película no busca ser “original”, y esa es su fuerza. Se alimenta de elementos familiares del género, pero los ejecuta con una energía y un entusiasmo que resultan atractivos.
El reparto es excelente, en su mayoría gracias a la química entre los cuatro protagonistas. Bradley Cooper, como Doug, equilibra la torpeza y la vulnerabilidad con un humor efectivo. Zach Galifianakis, como Alan, ofrece un personaje memorable, un tipo excéntrico y obsesivo que se convierte en el corazón de la película. Ed Helms, como Stu, cumple su papel con una naturalidad que es fundamental para el funcionamiento del grupo. Aunque Justin Bartha, como Phil, a veces parece un poco plano, su humor es suficiente para mantener el ritmo cómico. Pero la verdadera estrella es Ed Helms, que aporta un carisma y una comicidad palpables.
En cuanto al guion, “Resacón en Las Vegas” podría haber sido mucho mejor. Las situaciones a las que se enfrentan los protagonistas son exageradas, a veces al extremo, y algunas de las líneas de diálogo son un poco forzadas. Sin embargo, la película se beneficia de un ritmo implacable que evita que la falta de profundidad en el guion se convierta en un problema mayor. Las gags más ingeniosas y los momentos más memorables están bien integrados, y la trama, aunque predecible, mantiene al espectador enganchado hasta el final. La inclusión del bebé y el tigre, elementos aparentemente aleatorios, terminan siendo inesperados y sorprendentemente efectivos, contribuyendo al absurdo general de la historia.
A pesar de sus defectos, “Resacón en Las Vegas” es una película entretenida y un clásico moderno. Es una película sobre la amistad, la pérdida y la necesidad de redención, pero lo hace a través de la risa y la locura. No cambiará tu vida, pero te brindará unas horas de diversión sin pretensiones.
Nota: 7/10