Restauración (1995)

“Restauración” no es una película que te entretiene en el sentido tradicional. No se trata de un melodrama explosivo, ni de un thriller de suspense con giros inesperados. Es, en cambio, una reflexión contemplativa, casi meditativa, sobre la decadencia, la ambición y la pérdida de la integridad, ambientada en el contexto turbulento de la Restauración monárquica inglesa. La película, dirigida con una delicadeza sorprendente por parte de Andrew Davis, se centra en la transformación de Robert Maribell, interpretado magistralmente por Ralph Fiennes, un médico brillante y racional que, atraído por la promesa de un puesto en la corte de Carlos II, se encuentra consumido por los placeres y las ilusiones de la nobleza.

Fiennes ofrece una actuación cautivadora, evocando una vulnerabilidad constante bajo una máscara de intelectualidad y profesionalismo. Su Robert no es un hombre inherentemente corrupto; es un individuo susceptible, un científico con una curiosidad insaciable y una tendencia a la introspección, que, en el entorno hipnótico de la corte, se ve progresivamente despojado de sus valores. La dirección de Davis está notablemente enfocada en transmitir esta erosión interna. Las escenas en palacio, saturadas de luz, color y movimiento, crean una atmósfera opípara y casi paralizante, que refleja la decadencia moral y espiritual de quienes la habitan. El uso de la música, compuesta por Alexandre Desplat, es exquisito, no de forma grandilocuente, sino para subrayar sutilmente las emociones y la creciente desorientación del protagonista.

El guion, adaptado de la novela de Edward Crankshaw, es meticulosamente construido. No se apresura a mostrar las consecuencias de la corrupción de Robert, sino que explora lentamente el proceso de transformación. Las relaciones entre los personajes son complejas y matizadas, no presentadas como buenos o malos, sino como individuos movidos por sus propias ambiciones y deseos. La interpretación de Jessica Henwick como Lady Mary, la favorita de Carlos II, es particularmente brillante. Su personaje es ambiguo, cautivador y con una oscura sensualidad que contrasta con la intelectualidad distante de Robert. La película no juzga; simplemente observa, con una mirada crítica y a la vez comprensiva, el desenlace de sus vidas.

La película, a pesar de su lentitud y su tono sombrío, resulta profundamente impactante. No ofrece soluciones fáciles ni respuestas definitivas, sino que invita al espectador a reflexionar sobre la naturaleza humana, la importancia de la integridad y el costo de la ambición. Es una película que permanece en la mente mucho después de que los créditos finales han comenzado a rodar, una obra que merece ser vista y analizada. Es una pieza cinematográfica que se eleva por encima de la simple narración, convirtiéndose en un estudio sobre la fragilidad de la razón y la perdurabilidad de los deseos.

Nota: 8/10