Retroceder nunca, rendirse jamás (1986)

“Retroceder nunca, rendirse jamás” es una película que, a pesar de sus evidentes influencias, no logra alcanzar la grandeza que su temática y aspiraciones sugieren. La historia, en esencia, es una carta de amor a Bruce Lee y al espíritu del kung fu, pero se ve ligeramente eclipsada por una ejecución que, si bien es sólida en muchos aspectos, presenta algunas inconsistencias y un ritmo narrativo algo irregular.

La dirección de James M. Deboureux es competente y crea una atmósfera de tensión constante, especialmente en las secuencias de acción. El uso de la cámara es dinámico y se centra en las coreografías de lucha, que son visualmente impactantes y, en su mayoría, bien ejecutadas. Sin embargo, la película carece de una visión particular, y se siente como una recopilación de elementos ya vistos en el género, sin aportar nada realmente innovador. Se podría haber profundizado más en la personalidad de Jason, mostrando sus motivaciones y su lucha interna con una mayor sutileza, en lugar de dejarlas relegadas a momentos de monólogo interno.

Las actuaciones son un punto fuerte. Justin Lo, como Jason, transmite con eficacia la frustración, la rabia contenida y la obsesión por superar a su padre. Su evolución a lo largo de la película es creíble, y logra conectar con el espectador. Mark Hasselblad, en el papel del maestro de karate, ofrece una interpretación sólida, aunque algo estereotípica. La relación entre Jason y R.J. (interpretado por Corey Hart) se siente genuina y añade una capa de amistad y lealtad a la trama. No obstante, el personaje de Nelly, aunque con potencial, no se explora suficientemente; su relación con Jason es breve y superficial, limitando su impacto emocional.

El guion es donde la película más notablemente debilita su potencial. Si bien la trama principal es atractiva, la construcción del crimen organizado de la Costa Este es poco convincente y carente de profundidad. Los villanos se sienten planos y sus motivaciones son poco claras. Además, algunos diálogos resultan forzados y poco naturales. La película podría haber aprovechado la temática de la venganza para explorar temas más complejos, como el legado familiar, la búsqueda de la identidad o la fragilidad de la justicia, pero se queda en un ejercicio más básico de “venganza”. La resolución final, si bien satisfactoria, es un tanto predecible.

En definitiva, “Retroceder nunca, rendirse jamás” es una película de acción decente, con buenas coreografías y actuaciones sólidas. Sin embargo, sus problemas estructurales y narrativos impiden que alcance su máximo potencial. Es un disfrutable entretenimiento, pero no una obra maestra del género.

Nota: 6/10