Rex: Un dinosaurio en Nueva York (1993)

“Rex: Un dinosaurio en Nueva York” no es la película que predice un regreso masivo de los dinosaurios al cine. Más bien, es una inyección de nostalgia familiar y, lo que es crucial, un ejercicio sorprendentemente efectivo de entretenimiento. La película, dirigida por el aclamado Robert Benford, se distingue por su tono deliberadamente caricaturesco y por un mensaje subyacente sobre la importancia de la compasión y la aceptación, temas que resuenan especialmente en el contexto actual.

La película comienza con una premisa casi ridícula: un profesor, el excéntrico Neweyes, ha domesticado cuatro dinosaurios utilizando una dieta basada en cereales, dotándolos de una inteligencia notable y una relativa apacibilidad. La ambientación en la Nueva York de los años 20 es absolutamente encantadora, con un vestuario vibrante, una fotografía rica en colores y una banda sonora que evoca el jazz y la atmósfera de la época. Benford logra crear un mundo visualmente atractivo, donde la fantasía y la realidad se entrelazan con una naturalidad sorprendente. Sin embargo, la película no se limita a ser una mera recreación histórica; el director explora sutilmente el choque cultural entre la gente de Nueva York y los dinosaurios, generando momentos cómicos y a veces conmovedores.

Las actuaciones son, en general, sólidas. James Cromwell entrega una interpretación magistral como el profesor Neweyes, un hombre visionario y un poco despistado, que proyecta una vulnerabilidad y un encanto innegables. El reparto joven, encabezado por los gemelos Louis y Cecilia, proporciona energía y autenticidad a la trama. Aunque el guion no es particularmente complejo –se mueve dentro de los límites de la comedia familiar clásica–, sí que se beneficia de un ritmo bien calibrado y de diálogos inteligentes y con buen humor. La trama principal, centrada en la amenaza del circo terrorífico liderado por el antagonista Screweyes, es predecible pero se mantiene entretenida gracias a las situaciones inusuales y a la presencia de los dinosaurios, que son el corazón de la película. El guion, en su ejecución, destaca por la manera en que maneja las relaciones entre los niños y los dinosaurios, mostrando un crecimiento emocional gradual y creíble.

No obstante, la película no está exenta de algunas debilidades. Algunas escenas se sienten un tanto repetitivas y la resolución del conflicto principal es un tanto apresurada. Además, el giro argumental del villano, aunque interesante, podría haber sido explorado con mayor profundidad. A pesar de estos pequeños fallos, “Rex: Un dinosaurio en Nueva York” es una película que apela a la nostalgia y al deseo de conectar con la infancia. Es una opción ideal para una noche en familia y, sobre todo, un recordatorio de que a veces las diferencias más grandes pueden ser superadas con comprensión y empatía. Es una experiencia cinematográfica ligera y agradable, que, a pesar de sus limitaciones, logra captar la atención del espectador gracias a su premisa original y a la energía contagiosa de sus protagonistas.

Nota: 7/10