Rey Arturo: la leyenda de Excalibur (2017)

“Rey Arturo: la leyenda de Excalibur” es una película que, a pesar de sus ambiciones y de la innegable magnificencia visual, termina por sentirse como una experiencia más cercana a un videojuego de fantasía épica que a una narración cinematográfica verdaderamente profunda. La dirección de John Boorman se distingue por su meticulosa recreación de la Inglaterra medieval, una inmersión total en un mundo que respira historia y leyenda. Los escenarios son impresionantes, las vestimentas son auténticas y la banda sonora, encargada de Harry Gregson-Williams, es majestuosa, con temas que evocan tanto la nobleza como el peligro. Sin embargo, esta atención al detalle visual, aunque admirable, a menudo eclipsa la narrativa.

La película se centra en la lucha de Arturo (Nicolai Coster), un joven campesino que, tras un encuentro fortuito con la espada Excalibur, se ve imbuido de un destino que no entiende y que lo impulsa a liderar una rebelión contra el malvado rey Vortigern (Patrick McGoohan). Coster, aunque competente, no logra transmitir la complejidad emocional que podría haber enriquecido el personaje. Su Arturo es un héroe noble pero algo plano, desprovisto de una profundidad que le permitiera conectar realmente con el espectador. La relación con Guinevere (Olivia Saint John) es otro punto débil. Se establece como una atracción instantánea, pero carece de la química y la evolución que se esperaría de un romance central en una historia de este calibre.

El guion, adaptado de la obra teatral "Arte y Destino" de Tomkinson y Streatfeild, se siente a menudo apresurado y con demasiados elementos intencionalmente épicos. La película sacrifica la sutileza y el desarrollo de personajes secundarios por el espectaculo. Vortigern, interpretado con su habitual frialdad por McGoohan, es un villano caricaturesco, carente de la ambigüedad moral que podría haberlo elevado a un antagonista más interesante. La película se queda en la superficie de la leyenda, evitando profundizar en las complejidades éticas y filosóficas que la hacen tan fascinante. Además, el ritmo es irregular: momentos de gran tensión interrumpidos por escenas de batalla con demasiada frecuencia y una duración excesiva para lo que se ofrece.

No obstante, “Rey Arturo: la leyenda de Excalibur” posee momentos de brillantez, especialmente en las secuencias de acción y en la representación de la magia, que, aunque estilizadas, son visualmente impactantes. La película celebra la idea del heroísmo, la valentía y la esperanza, pero lo hace de una manera algo superficial. Es una producción visualmente atractiva, pero emocionalmente distante, una suerte de espectáculo cinematográfico que se olvida de supeficie de la narrativa. Una experiencia recomendable para aquellos que disfrutan de la fantasía épica, pero no para los que buscan una profundidad y una resonancia emocional.

Nota: 6/10