Reza por el diablo (2022)

“Reza por el diablo” (The Devil and His Due), dirigida por Alexandre A. Petrovsky, es una película que se atreve a adentrarse en un territorio oscuro y psicológico, pero que, en última instancia, resulta ser una experiencia a la vez frustrante y fascinante. La película se centra en la hermana Ann (Jacqueline Byers), una joven monja que, atormentada por visiones y una creciente sensación de maldad, se prepara para un exorcismo que podría ser la clave para su salvación... o su perdición. El aura de misterio que rodea a la hermana Ann desde el principio, combinada con la atmósfera opresiva que consigue crear la dirección, genera una tensión sostenida que, sin embargo, se ve interrumpida por momentos de excesiva dependencia del horror visual y por un guion que, en su mayor parte, carece de profundidad.

La película se beneficia enormemente de la dirección de Petrovsky, quien logra crear una sensación palpable de inquietud y vulnerabilidad. La fotografía es, sin duda, uno de sus puntos fuertes. El uso de la luz y la sombra, junto con planos largos y movimientos de cámara lentos, contribuyen a un ambiente claustrofóbico que se arraiga en la mente del espectador. El diseño de producción, con su decoración austera y la arquitectura de la iglesia, refuerza esta atmósfera de aislamiento y decadencia espiritual. Sin embargo, a pesar de la sólida base visual, la película a veces cae en trucos de cámara gratuitos que, aunque técnicamente bien ejecutados, terminan percibidos como artificiosos y desprovistos de propósito narrativo. El ritmo, también, es irregular, alternando momentos de tensión real con pausas dramáticas que no siempre encuentran una justificación.

Las actuaciones son en general sólidas, especialmente la de Jacqueline Byers como la hermana Ann. Su interpretación es convincente, transmitiendo con éxito la confusión, el miedo y la desesperación de una mujer al borde de la locura. La película también cuenta con el apoyo de una galería de personajes secundarios interesantes, aunque muchos de ellos son utilizados meramente como contrapuntos a la monja, sin desarrollar un arco narrativo propio. Particularmente notable es la interpretación del padre Davies (Robert Pine), el sacerdote encargado del exorcismo, quien logra dar a su personaje una mezcla de autoridad y duda, lo que le confiere una cualidad humana y creíble.

El guion, no obstante, es donde la película más consistentemente falla. La trama, aunque prometedora en su premisa, se basa en clichés del género del exorcismo. Las visiones de la hermana Ann, aunque visualmente impactantes, son poco exploradas a nivel psicológico y se presentan de manera superficial. El origen de la maldad que la atormenta se revela de forma abrupta y poco satisfactoria, dejando al espectador con la sensación de que se ha omitido una parte importante de la historia. Además, el planteamiento central - la conexión del pasado de la monja con la entidad demoníaca - es intrigante pero se desvanece rápidamente, reemplazado por una serie de eventos predecibles y escenas de horror que, en general, no son particularmente originales. La película carece de una reflexión profunda sobre la fe, el pecado o la naturaleza del mal, optando por un horror visceral y directo, aunque sin aportar una nueva perspectiva al género.

Nota: 6/10