Ricki (2015)

“Ricki & The Flash” es una película que te atrapa desde el primer acorde, no solo por la vibrante banda sonora de Gloria Estefan, sino por su conmovedora exploración de la arrepentimiento, el deseo y las elecciones que moldean nuestras vidas. La película, dirigida por Diablo Cody, no se trata de una celebración superficial del rock’n’roll, sino de un retrato honesto y, a veces, agridulce de una mujer que, en su búsqueda de la fama, sacrificó relaciones personales y, quizá, su propia felicidad. La película logra una belleza sorprendente en su simplicidad, alejándose de los clichés del género biográfico.

Meryl Streep, como Ricki Henderson, ofrece una actuación que merece todos los elogios que recibe. Ella no se limita a interpretar a una estrella de rock desencantada, sino que se sumerge por completo en el personaje. La gama de emociones que destila, desde la frustración y la melancolía hasta el orgullo y la desesperación, es absolutamente impresionante. No es un personaje fácil de amar, está marcada por la auto-indulgencia y una cierta arrogancia, pero la vulnerabilidad subyacente de Streep la hace innegablemente humana y, en última instancia, identificable. La transformación de la actriz, tanto física como actoral, es notable y contribuye enormemente a la credibilidad del personaje.

La dirección de Diablo Cody es sutil pero eficaz. Cody no intenta sobrecargar la narrativa con sentimentalismo barato. En cambio, se centra en los momentos cotidianos, en las conversaciones entre Ricki y sus hijos, en las pequeñas decisiones que definen su vida. La película es rica en detalles que crean una atmósfera auténtica y realista. El guion, co-escrito por Cody, es inteligente y agudo, utilizando el humor con maestría para aliviar las tensiones emocionales. La banda sonora, como se esperaba de Gloria Estefan, es impecable, utilizando canciones icónicas para realzar las emociones de cada escena. Más allá de la música, las canciones en sí mismas se convierten en personajes, reflejando el estado de ánimo de Ricki y la intensidad de sus aspiraciones.

Sin embargo, la película no está exenta de algunos matices. Algunos diálogos pueden resultar un poco forzados, y el ritmo, aunque en general adecuado, puede ser un poco lento en algunos momentos. Además, la relación de Ricki con su exmarido, Pete (Kevin Kline), aunque bien interpretada, a veces parece un tanto unidimensional, sirviendo más como un catalizador para la transformación de Ricki que como un personaje en sí mismo. No obstante, estas pequeñas imperfecciones no empañan la experiencia general, que se mantiene como un drama musical conmovedor y reflexivo sobre el precio de la ambición y la importancia de valorar lo que realmente importa.

Nota: 8.5/10