“Ricky”, la reciente película de los hermanos Bourscheidt, no es una revolución del cine fantástico, pero sí una pequeña joya, una historia conmovedora que te atrapa con su sencillez y un aire de ensueño que se aferra a la memoria mucho después de que los créditos finales hayan pasado. La película, con una sensibilidad que recuerda al mejor cine europeo, explora el amor, la familia y lo extraordinario, pero lo hace sin caer en la espectacularidad o la pretensión, optando por un enfoque íntimo y auténtico. La premisa, que al principio podría parecer un cliché, se desarrolla con una naturalidad sorprendente, casi como si fuera la cosa más normal del mundo. Katie (Alexandra Lamy), una mujer de mediana edad, y Paco (Sergi López), un hombre trabajador y amable, se enamoran y descubren que su relación ha dado lugar a un hijo diferente: Ricky, capaz de volar.
La dirección de los hermanos Bourscheidt es precisa y elegante. Logran crear una atmósfera de particular belleza visual, utilizando un paisaje rural belga que sirve de telón de fondo perfecto para la historia. La fotografía es suave y sutil, con una paleta de colores que evoca la nostalgia y la melancolía. Pero lo más importante es que la dirección permite que los personajes respiren y que sus emociones sean palpables. Hay un abandono deliberado en la puesta en escena que, paradójicamente, aumenta el impacto emocional de las escenas. No se busca el impacto visual inmediato, sino que permite que la historia se desarrolle de forma orgánica.
Las actuaciones son sobresalientes. Alexandra Lamy brilla con una sinceridad y una vulnerabilidad excepcionales. Su interpretación de Katie es magistral; nos vemos reflejados en su anhelo de normalidad, en su deseo de proteger a su hijo y en su lucha por aceptar lo inaceptable. Sergi López, por su parte, aporta una profundidad y un matiz a su papel de Paco, mostrando una humanidad que va más allá de la apariencia de un hombre común. El joven actor que interpreta a Ricky también merece una mención aparte; su presencia en pantalla es genuina, transmitiendo la inocencia y la curiosidad de un niño que ha sido dotado de un don extraordinario.
El guion, coescrito por los hermanos Bourscheidt y Pierre Scholler, es inteligente y evita los clichés del género fantástico. No intenta explicar la razón del poder de Ricky, ni se centra en la lucha contra las fuerzas oscuras. Más bien, se centra en las consecuencias emocionales de la situación, explorando cómo el nacimiento de un niño volador afecta a la vida de la familia y a su percepción del mundo. La historia está llena de momentos conmovedores y de diálogos sinceros que revelan la complejidad de las relaciones humanas. El ritmo de la película es pausado, lo que permite que los espectadores se conecten emocionalmente con los personajes. Es una película que te hace reflexionar sobre lo que realmente importa: el amor, la familia y la capacidad de aceptar lo que no podemos entender.
En definitiva, “Ricky” es una película dulce, realista y conmovedora, que te toca el corazón y te hace sonreír. No es una película para todos los públicos, pero para aquellos que buscan una historia de fantasía con un toque de humanidad, es una joya por descubrir.
Nota: 8/10
