“Rigor Mortis” no es el reinicio explosivo que se esperaba de un regreso del maestro del terror chino, Wong Kar-wai, tras años de inactividad. Más bien, es una meditación inquietante sobre la decadencia, la soledad y la persistencia del pasado. La película se adentra en la mente fragmentada de Chin, un ex-astro de acción de terror atormentado, y la transforma en un laberinto de recuerdos, flashbacks y una atmósfera palpable de desesperación. La película no busca asustar con efectos especiales gratuitos, sino con una construcción lenta y deliberada del horror psicológico.
La dirección de Wong Kar-wai, aunque distinta a su habitual estilo visualmente exuberante, demuestra una maestría en el control del ritmo y la atmósfera. La paleta de colores apagados, predominando el gris, el marrón y el negro, intensifica la sensación de desolación y abandono. Utiliza largos planos secuencia y movimientos de cámara contemplativos que, lejos de sentirse lentos, generan una tensión constante, como si el espectador estuviera atrapado junto a Chin en su propio proceso de descenso a la locura. Es una dirección muy personal, que refleja la introspección del protagonista y la desintegración de su propia identidad. Kar-wai evita los clichés del género, presentando un terror no basado en sustos repentinos, sino en una sensación subyacente de que algo terrible está a punto de ocurrir, incluso cuando la pantalla permanece en silencio.
Las actuaciones son sobresalientes, especialmente la de Cheng Ting-Fu como Chin. Su actuación es magistral, capturando a la perfección la amargura, la frustración y la vulnerabilidad de un hombre consumido por el fracaso y la culpa. Su rostro, lleno de líneas de expresión, es el principal vehículo de la historia, transmitiendo una gama de emociones que van desde la resignación hasta el terror. La química entre Cheng Ting-Fu y el resto del elenco, aunque reducido, es efectiva y contribuye a la atmósfera opresiva de la película. No es un elenco ostentoso, sino que la fuerza reside en la autenticidad de las interpretaciones.
El guion, escrito por Wong Kar-wai, se centra en la exploración de la memoria y la repetición. Las escenas del pasado, que se entretejen con la narrativa principal, no solo sirven para contextualizar la situación actual de Chin, sino que también revelan el origen de su tormento. La película plantea preguntas sobre la naturaleza del horror y cómo las experiencias traumáticas pueden perseguir a una persona a lo largo de toda su vida. Aunque el ritmo pausado puede frustrar a algunos espectadores, la lentitud se justifica por la necesidad de sumergirse en la psicología del personaje. El final, en particular, es ambiguo y deja al espectador reflexionando sobre el significado de la historia. No ofrece respuestas fáciles, sino que plantea un debate sobre la redención y la posibilidad de escapar del pasado. Se podría argumentar que la película a veces se pierde en su propia introspección, dejando algunos elementos narrativos inconexos. Pero, en general, el guion logra transmitir un mensaje poderoso sobre el impacto del trauma y la fragilidad de la psique humana.
Nota: 7/10