Risky Business (1983)

“Risky Business” no es simplemente una comedia adolescente de los ochenta; es un estudio de personajes inquietante y un retrato fascinante de la transición a la adultez, disfrazado de divertidísimo caos. La película, dirigida por Joel Schumacher, se atreve a desmitificar la idea del héroe adolescente perfecto, revelando un joven con inseguridades profundas y una falta de dirección que lo llevan a cometer errores monumentales. No es una historia de valentía, sino de vulnerabilidad, un tema sorprendentemente relevante incluso hoy en día.

Tom Cruise, en su papel de Joel Goodsen, ofrece una actuación magistral. El cambio de Joel, de un estudiante aparentemente ejemplar a un joven desorientado, impulsivo y, finalmente, descarado, es gradual y creíble. Lo que hace que su personaje sea tan atractivo es su humanidad. No se le considera un villano, más bien un chico que se encuentra perdido y toma decisiones precipitadas en busca de aprobación. Cruise captura a la perfección esa mezcla de torpeza adolescente, deseo de impresionar y una sorprendente falta de filtro. Su química con William Daniels, que interpreta a su abuelo, es especialmente conmovedora; la relación entre dos generaciones que se entienden a pesar de sus diferencias genera momentos genuinos de ternura.

La dirección de Schumacher es impecable. El ritmo de la película es frenético, pero siempre se toma el tiempo para centrarse en los detalles que hacen que la historia sea tan particular. Las escenas nocturnas en el dormitorio de Joel, con la iluminación tenue y la música synth-pop, son icónicas y crean una atmósfera de fantasía adolescente irresistible. El uso de la cámara es innovador para la época, con planos cerrados y movimientos de cámara que reflejan el estado mental de Joel: a veces confuso, a veces excitado, a veces completamente perdido. Las secuencias musicales, especialmente la interpretación de “Forget me Not” de Stephen Bishop, son tan memorables que se han convertido en parte del imaginario colectivo.

El guion, coescrito por Neil Simon, es inteligente y perspicaz. No se trata de una historia de "qué pasaría si", sino de explorar las consecuencias de las decisiones impulsivas. La película aborda temas como la autoimagen, la presión social y el deseo de rebelión, ofreciendo una reflexión sobre la adolescencia y la búsqueda de identidad. Aunque la trama es sencilla, la película logra mantener al espectador enganchado gracias a su ritmo vertiginoso y a la complejidad de sus personajes. La narrativa no se limita a la comedia; introduce elementos de suspense y un toque de drama, lo que contribuye a que la película sea mucho más que una simple película de instituto.

En definitiva, “Risky Business” es un clásico atemporal que continúa siendo relevante gracias a su retrato honesto de la adolescencia y a su inteligente mezcla de comedia, drama y música. Es una película que te hará reír, pensar y quizás, incluso, sentirte un poco más joven.

Nota: 8/10