River of Fundament (2014)

“River of Fundament” no es una película para todo el mundo. Matthew Barney, el visionario artista que regresa al cine después de una larga ausencia, nos lanza un océano de imágenes, símbolos y referencias que requieren una inversión de atención considerable. Esta trilogía, basada en la novela de Norman Mailer, ‘Ancient Evenings’, no se limita a una adaptación narrativa, sino que se configura como una inmersión profunda en un universo propio, una suerte de alquimia visual y sonora que explora la sexualidad, la religión, la industria automotriz y el destino cíclico del ser humano. Barney, junto a la maestría de Jonathan Bepler en la banda sonora, consigue crear una experiencia cinematográfica densa y, en muchos momentos, perturbadora.

La dirección de Barney es, sin duda, el corazón palpitante de la película. Su control sobre cada fotograma es absoluto, casi obsesivo. La fotografía de Lance Acord, con sus colores saturados y oscuros, contribuye a la atmósfera onírica y a menudo surrealista de la película. La construcción de los escenarios, con sus elementos industriales y religiosos combinados, es monumental y absolutamente impresionante. Barney no se guía por la lógica narrativa convencional; en su lugar, construye un mundo interno rico en simbolismo, donde los personajes (interpretados con una intensidad particular por Jeremy Hardy, Sasha Kelley y Ben Whishaw) se convierten en arquetipos, en vehículos para explorar temas profundos. La película transita sin complejos por la explícita representación de la sexualidad, no como un mero elemento de entretenimiento, sino como una fuerza fundamental que moldea la existencia.

Si bien la ambición de Barney es encomiable, el guion de Barney y Mailer, aunque a veces brillante, a veces se siente sobrecargado. La interconexión de las diferentes historias y la abundancia de simbolismo, si bien crean una sensación de complejidad, también pueden resultar confusas para el espectador que no está preparado para una experiencia tan desafiante. La traducción de la novela de Mailer a la pantalla no siempre es fluida; la película a veces se pierde en digresiones y en la multiplicación de capas de significado. Sin embargo, la intensidad emocional de las actuaciones, especialmente la de Jeremy Hardy como el “Boticario”, es innegable, y logra transmitir la desesperación y la búsqueda de sentido que impregnan la historia.

Bepler, con su banda sonora electrónica y operística, es esencial para el éxito de la película. Sus composiciones, que combinan elementos de la música clásica, la electrónica experimental y la música pop, crean una atmósfera hipnótica y a menudo inquietante. La música no es solo un acompañamiento, sino una parte integral de la narrativa, que refuerza las imágenes y los símbolos de la película. La sensación de estar sumergido en un ritual sagrado, por momentos, es casi palpable. “River of Fundament” no es una película fácil de ver, pero es una experiencia cinematográfica memorable que invita a la reflexión y a la interpretación.

Nota: 7/10